ROMA. Andrés, el pescador galileo hermano de Pedro de Betsaida, fue el primer apóstol llamado por Jesús. Con ese título de honor, el Patriarcado de Constantinopla, que lo tomó por patrono, se puso a nivel «fraterno» con el Patriarcado de Roma
Desde hace medio siglo, el camino de reconciliación entre católicos y ortodoxos incluye celebrar juntos las fiestas de ambos hermanos. El Patriarca Ecuménico envía un legado a Roma para la fiesta de San Pedro y San Pablo el 29 de junio, y el Papa uno suyo a Constantinopla para celebrar la fiesta de San Andrés el 30 de noviembre.
Pablo VI y el Patriarca Atenágoras tuvieron el coraje de realizar personalmente las primeras visitas recíprocas. El histórico viaje de Pablo VI en 1967 incluyó, además de Estambul, una visita a Éfeso para venerar la memoria de San Pablo, fundador de la comunidad cristiana de esa ciudad, de San Juan, que residió allí como cabeza de la Iglesia de Éfeso, y también de María que, según una antiquísima tradición, le acompañó durante algún tiempo.
Tanto Pablo VI en 1967, como Juan Pablo II en 1979, incluyeron en su itinerario una visita a la Casa de María, y lo mismo hará Benedicto XVI el próximo miércoles. El santuario de «Meryem Ana Evi», en la Colina del Ruiseñor, es un lugar de plegaria común de cristianos y musulmanes, que rezan a María en sus respectivas salas. La devoción a la Virgen, definida con ese título único también en el Corán, es uno de los puntos de encuentro con el Islam, como señaló el Concilio Vaticano II en la histórica declaración «Nostra Aetate», que abrió las puertas al diálogo con judíos y musulmanes.
Si el primer objetivo de este viaje era el abrazo fraterno al Patriarca Bartolomé I en Estambul -y el principal documento seguirá siendo la declaración conjunta del 30 de noviembre-, Benedicto XVI incluyó también desde el principio otros dos aspectos fundamentales: la peregrinación a los lugares de la fe y el encuentro con los católicos de Turquía, una exigua minoría de sólo 30.000 fieles. Naturalmente, el Papa se reunirá, como siempre, con los representantes de las demás Iglesias cristianas -en este caso la Armena y la Asiria- así como con el gran rabino de Turquía. Su objetivo es apoyar a todos, pero sin denunciar ruidosamente la opresión de las religiones minoritarias, pues podría ser contraproducente. Según el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, este viaje a Turquía es «un terreno minado».
Convivencia en el mundo
Las consecuencias del famoso discurso en la Universidad de Regensburg han convertido en primordial el encuentro del Papa con el islam en Turquía, pues está en juego el tono de la convivencia en el mundo. Durante su visita a Colonia en agosto de 2005 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, Benedicto XVI se reunió con la comunidad musulmana y lamentó inequívocamente la amarga experiencia del pasado: «Cuántas páginas de historia dedicadas a batallas y guerras emprendidas invocando, de una parte y de otra, el nombre de Dios como si combatir al enemigo y matar al adversario pudieran agradarle. El recuerdo de estos tristes acontecimientos debería llenarnos de vergüenza, sabiendo cuántas atrocidades se han cometido en nombre de la religión».
En ese encuentro, el Papa insistía en que «no podemos ceder al miedo ni al pesimismo. Debemos fomentar, en cambio, el optimismo y la esperanza. El diálogo interreligioso e intercultural entre cristianos y musulmanes no puede reducirse a una opción temporánea. Es una necesidad vital de la que depende nuestro futuro».
Fuente: Ecclesia Digital
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