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Monday, November 20, 2006
Los monasterios de clausura son «pulmones verdes» para la sociedad, asegura el Papa
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Los monasterios de clausura no son inútiles, por el contrario, constituyen los «pulmones verdes» para quien busca silencio y meditación en nuestra sociedad, aseguró este domingo Benedicto XVI.
Al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa recordó que el próximo martes la Iglesia celebrará la Jornada «pro Orantibus» dedicada al recuerdo de estas comunidades religiosas de vida contemplativa.
«Algunos se preguntan qué sentido y qué valor puede tener su presencia en nuestro tiempo, en el que hay que afrontar muchas y urgentes situaciones de pobreza y de necesidad», reconoció en su alocución pronunciada desde la ventana de su estudio.
«¿Por qué “encerrarse” para siempre entre los muros de un monasterio y privar a los demás de la contribución de las propias capacidades y experiencias?», se preguntó. «¿Qué eficacia puede tener su oración para solucionar los numerosos problemas concretos que siguen afligiendo a la humanidad?».
El obispo de Roma respondió que «estos hermanos y hermanas testimonian silenciosamente que en medio de las vicisitudes diarias, en ocasiones sumamente convulsas, Dios es el único apoyo que nunca se tambalea, roca inquebrantable de fidelidad y de amor».
«Ante la difundida exigencia que muchos experimentan de salir de la rutina cotidiana de las grandes aglomeraciones urbanas en búsqueda de espacios propicios para el silencio y la meditación, los monasterios de vida contemplativa se presentan como “oasis” en los que el hombre, peregrino en la tierra, puede recurrir a los manantiales del Espíritu y saciar la sed en medio del camino», afirmó.
Estos lugares, «aparentemente inútiles», siguió aclarando, «son por el contrario indispensables, como los «pulmones» verdes de una ciudad: son beneficiosos para todos, incluso para los que no los visitan o quizá no saben que existen».
Tras dar gracias a Dios «por el don de tantas personas que, en los monasterios y en las ermitas, se dedican totalmente a Dios en la oración, en el silencio y en el escondimiento», alentó a ofrecer a estos hombres y mujeres «apoyo espiritual y también material para que puedan cumplir su misión de mantener viva en la Iglesia la ardiente espera del regreso de Cristo».
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