Los libros espirituales rara vez toman en consideración la edad de Jesús; pero la edad tiene importancia. Una de las facetas atractivas de Jesús fué que lo conocimos, hasta su Pasión, en plena madurez de su vida. Este era un hombre cuya salud, fortaleza, energía y vitalidad causaba admiración y amor, como manifestó la mujer que le gritó: "Bendito sea el vientre que te crió, y los pechos que te amamantaron!".
Jesús no llegó a los setenta años. Nunca sufrió las enfermedades de la vejez: las extremidades rígidas, la lentitud en comprender y hablar, las faltas de memoria, la disminución de los sentidos, la pérdida del equilibrio. John Henry Neuman escribió sobre su experiencia de envejecer:
"La mayor parte de nuestra devoción durante nuestra juventud, nuestra Fe, esperanza, alegrías, perseverancia, son naturales; y si no son naturales, resultan de un aspecto de nuestra naturaleza que no resiste a la Gracia, y requiere muy poca Gracia para iluminarse. La misma Gracia va mucho más allá en la juventud, pues encuentra menos obstáculos en las virtudes que he mencionado. Los ancianos pueden ser, en sus almas, tan rígidos como sus cuerpos, excepto si la Gracia los penetra y los suaviza. Y se necesita una inundación de Gracia para conseguirlo. Me maravillo cada vez más de los viejos santos: San Aloysio, San Francisco Javier o San Carlo, comparados con San Felipe."
Espacio Sagrado
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