Saturday, March 29, 2008

Romero, el santo que no espera

Su discurso fue censurado por la extrema derecha hace 28 años y un francotirador le arrebató la vida cuando oficiaba misa. Durante años su imagen estuvo proscrita e, incluso, hasta la fecha la película homónima -dirigida en 1989 por John Duigan y protagonizada por Raúl Julia- sigue ausente de la cartelera nacional en El Salvador.


Pero Óscar Arnulfo Romero se cuela por todas partes. Una de las calles principales del centro de la ciudad lleva el nombre del arzobispo y su rostro está presente alrededor de la iglesia donde ofició misa, en llaveros, camisetas, afiches, viseras y pañoletas. Incluso, su película (que sigue censurada por el gobierno) está a la venta en las calles y su voz, mientras oficiaba misa, está grabada para la posteridad en discos compactos.


Mientras el Vaticano medita sobre la conveniencia de canonizar a Romero, debido a que considera que la sociedad sigue dividida, muchos salvadoreños ya lo ven como un santo. Luis Gonzáles, de la Universidad Centroamérica (UCA), opina que la posición de la Sagrada Congregación de la Fe "es una falsa prudencia" porque a su criterio "el país ha avanzado bastante para aceptar a monseñor Romero como un símbolo nacional".

"El país ya está listo. Faltaría más bien que el Vaticano reafirme ese lugar de monseñor Romero en la historia", le dijo Gonzáles a BBC Mundo.


Proceso lento

La beatificación del arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980, está estancada porque el Vaticano está haciendo un examen sobre la doctrina social de la iglesia en las homilías y escritos de Romero.

En febrero pasado, una delegación de la Iglesia Católica salvadoreña visitó la Santa Sede y el papa Benedicto XVI recordó a Romero como un pastor lleno de amor a Dios, cuya vida estuvo apegada la santidad y a la vida cristiana.

La esperanza de una canonización inminente circuló entre la feligresía salvadoreña sin noticias hasta la fecha. Pero, poco después, trascendió que un cardenal latinoamericano propuso demorar el proceso debido a que en El Salvador hay sentimientos muy encontrados en torno a Romero.

Afuera de la catedral, los vendedores ambulantes aprovechan la semana conmemorativa a Romero para ofrecer atuendos con el rostro sonriente del hombre que se atrevió a levantar su voz a favor de los pobres. Durante el vigésimo octavo aniversario, cientos de feligreses acudieron a la cripta de la Iglesia Catedral, donde descansan los restos de quien fuese "la voz de los sin voz", para rezar o mostrar su respeto.


En un pequeño kiosco a un costado del edificio religioso, Claudia Cortez, de 21 años, ofrece "Romero, la película" en formato DVD y diversos artículos promocionales sobre el arzobispo mártir.

"Lo que más se vende es su biografía y las camisetas. Para esta semana tenemos un nuevo diseño con su rostro. A la gente les gusta mucho llevar su cara sonriente en el pecho", le relata la joven a BBC Mundo.

Entre la oferta, no falta el disco compacto con todas sus homilías dominicales, incluso la que probablemente selló su suerte, cuando llamó al ejército a la desobediencia.

"En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, ¡cese la represión!".


Pánico en funeral

El magnicidio del arzobispo de San Salvador, Óscar Romero, crispó a la sociedad salvadoreña y marcó el inicio de la guerra civil.

El día de su funeral, en marzo de 1980, el ejército apostó francotiradores en los edificios colindantes a la catedral y disparó contra la población, según recuerda el fotoperiodista Iván Montesinos.

Montesinos, autor del libro "No hay guerra que dure 100 años", rememora que aquel día él estaba en la terraza de la iglesia cuando oyó una explosión seguida del tiroteo. "Pudimos ver cómo las balas caían en la fachada de la iglesia. Luego cundió el pánico y se podría apreciar como la gente corría despavorida.

Era algo tremendo", le cuenta a la BBC. "Cuando salí de la iglesia, con las manos arriba, alrededor era un caos. Había muchos cadáveres, de gente que en su mayoría había muerto aplastada", relata. Meses después, aquella experiencia marcaría su futuro profesional pues se convirtió en uno de los fotoperiodistas salvadoreños que cubrió todo el conflicto hasta la firma de la paz.


Tolerancia

A lo largo de los siguientes doce años, el enfrentamiento entre el gobierno y la guerrilla cobró la vida de más de 70.000 víctimas civiles y 10.000 desaparecidos.

Con la caída del Muro de Berlín, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) medió entre las partes en conflicto, los sentó a la mesa y respaldó la firma de un acuerdo de paz en 1992, suscrito en el castillo de Chapultepec, en México.

Con el inicio de la transición hacia la democracia, los temas difíciles dejaron de ser proscritos por la sociedad y el nombre de Romero se convirtió en un símbolo nacional, su obra fue publicada editorialmente y su voz volvió a escucharse en las calles de San Salvador.


Juicio pendiente

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió una resolución contra el Estado salvadoreño en el año 2000 por faltar a la debida administración de justicia, así como omisión en procesar a los responsables y sancionar a los asesinos.

Asimismo, según el informe de la Comisión de la Verdad de la ONU, el mayor Roberto D¿Aubuisson, fundador del partido gobernante, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), fue acusado como el autor intelectual del magnicidio.

D'Aubuisson falleció en 1992 víctima de un cáncer.

En septiembre de 2004, el ex capitán Álvaro Rafael Saravia fue condenado en ausencia por un tribunal en San Francisco, Estados Unidos, como organizador del crimen. Al margen de todo el proceso, para los católicos salvadoreños Romero es el santo que no pudo esperar.


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