Aunque Lucas y Juan escriban estilos muy distintos y desde contextos y mundos de lenguaje muy diversos, llama la atención cuando releemos el texto griego la consonancia de dos pasajes en que se habla de la presencia del Resucitado en medio de su comunidad.
En Lc 24,36 leemos que “se presentó Jesús en medio de ellos”. El griego dice: “este en méso autón”, es decir, “habiendo estado allí (desde antes) estaba manifestándose o haciéndose patente su presencia”.
En Jn 20, 19 la frase es parecida, pero más dinámica: “llegó Jesús haciéndose presente en el centro”, en griego “éste eis to méson”, estaba manifestándose (dirigiéndose) hacia el centro.
Más que venir o llegar desde fuera o desde arriba, se hacía presente desde y hacia el centro de la comunidad reunida. Es más una epifanía o manifestación del que está "así-siempre-presente", más que una irrupción del ausente. Es más epifanía que aparición. Es epifanía de la Vida, del que Vive para siempre.
La experiencia comunitaria de la que nace esta expresión es la que se repite cada domingo en la eucaristía (el resucitado en el centro de su comunidad que le ve conb los ojos de la fe). Es la que se repite en la intimidad de la oración personal en la que aflora a la superficie de la conciencia la realidad profunda de que estamos en Él y Él en nosotros y por eso viviremos, porque y como Él vive asentado en el Abba-Padre-Madre-Fuente de la Vida. Es la que se repite al encontrarle a Él en el rostro del hermano o la hermana más desfavorecidos.
La Madre Teresa hablaba de estos tres abrazos del resucitado: en la oración personal y en la eucaristía de la mañana y en la persona moribunda a la que atendía esa tarde.
No es un fantasma que se filtre por las paredes, sino una presencia elusiva pero realísima, que nos sale al encuentro cada día, si tenemos abiertos los ojos de la fe para percibirlo.
Juan Masiá Clavel sj
Del blog "Vivir y pensar en la frontera"
El periodista digital
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