(Saturnino Gamarra- Sacerdote de la Iglesia diocesana de Vitoria) ¿Debe el sacerdote hoy ser mucho más humano? ¿Qué entendemos por humanidad del sacerdote? ¿Incide positivamente en ella el celibato? ¿Conllevan los años de ministerio sacerdotal un aumento de esa humanidad?… Coincidiendo con el Día del Seminario, el presente ‘Pliego’ trata de responder a éstas y otras preguntas, claves para descifrar el gran desafío de la formación humana del sacerdote. El tema es delicado y complejo, porque debe tener presente la relación que existe entre la gracia del sacramento del orden y la humanidad del ordenado.
Nos parece que está generalizándose la postura de quienes desconfían de la madurez humana del sacerdote. Tomamos conciencia del hecho y de los interrogantes que pueden acompañarle, pero mantenemos la tesis de que vivir el sacerdocio hace al cura plenamente humano. En una palabra, que el sacerdote no puede no ser humano, y que su humanidad tiene calidad.
Un planteamiento completo de nuestro tema conlleva preguntarnos si la madurez afectiva del sacerdote y el celibato tienen que ver con su humanidad, o si una presentación más humana del sacerdocio está pidiendo hoy que no tengamos en cuenta el celibato, como si el celibato no favoreciera la dimensión humana del sacerdote. Este tema lo abordamos más ampliamente en este trabajo. Pero adelantamos que no se puede afirmar que la vida célibe conlleve en el sacerdote falta de humanidad, que por el celibato el sacerdote sea menos humano. Por el contrario, afirmaremos que el celibato incide positivamente en la humanidad del sacerdote. Tenemos una referencia muy valiosa, la del celibato que Jesús vivió, y que no se cuestiona como si pudiera suponer algún déficit a su humanidad.
Vida Nueva
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