El Señor me contestó: “No digas que eres un muchacho: que a donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás. No tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte” (Jer 1,7-8)
Pero, al mismo tiempo, sigue siendo verdad la vida que corre por uno. Y a ratos el sueño toma forma, y el amor se hace abrazo, y remontas vuelo. A veces el evangelio sí que ilumina.
Y entonces no importa la propia debilidad, sino la fortaleza de Dios y de los otros, que ayudan a que uno mismo sea pura pasión, y justicia, y encuentro. Entonces recuerdas por qué peleas. Entonces la risa es sonora, y los ojos brillan, y te vuelves casa para tantos. Y tu palabra es caricia que aquieta.
¿Cuándo te sientes vida, fuego, pasión?
¿Qué te hace “arder”?
pastoralsj
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