JUAN BAUTISTA Y LA ALEGRÍA
Por José María Maruri, SJ
1.- Bajo el tórrido sol del desierto, vestido con una piel de camello sujeta con un cinturón de cuero, y un tosco cayado en la mano, gritando del hacha, del bieldo y del fuego del castigo… ¿no se nos presenta la figura de San Juan Bautista envuelta en una atmósfera lejana a la paz y a la alegría? Y, sin embargo, lo primero que nos dice el Evangelio al hablar de Juan Bautista antes de su nacimiento es de alegría.
A Zacarías, su padre, le dice el ángel que por ese hijo que va a venir su corazón anciano se llenará de alegría. No sólo eso: ese niño que va a venir será la alegría de muchos.
Y es su madre, Isabel, la que testimonia en su encuentro con la Virgen María que el hijo de sus entrañas saltó de alegría en su vientre al oír su voz.
2.- Juan en su vida no tuvo más motivos que de alegría…
--alegría por saberse elegido como voz que anuncia al Mesías.
--alegría de ver a aquellas de gente sencilla, aunque pecadora, que vienen a que los bautice arrepentidos de sus pecados.
--alegría al ver que de entre sus discípulos, algunos como Juan y Andrés, y tal vez Pedro, se le van tras Jesús en busca de la verdad.
--alegría de no ser la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, sino de ser testigo de que ha empezado el alborear de un día nuevo, grandioso y definitivo que vencerá toda tiniebla y oscuridad.
--alegría sincera, sencilla y humilde de saberse menor que Jesús y de sentirse feliz en que Jesús crezca y él disminuya.
--alegría paradójica al ser encarcelado por proclamar y defender la verdad ante Herodes.
--alegría también al dar al fin su vida por esa misma verdad.
--y una alegría le quedaría por experimentar. Y es saber la gran alabanza que Jesús hizo de él diciendo que era el más grande de los nacidos de mujer.
2.- Y es que la alegría, cuando se pone en lo más íntimo del ser y no en poseer muchas cosas, cuando nace del corazón y no de los sentidos, esa alegría honda y sincera se puede compaginar con la austeridad y sencillez de vida, con una piel de camello y miel silvestre como Juan.
No es el mucho tener lo que alegra el corazón sino saber el saber gozar de lo poco que se tiene con el corazón agradecido. Saber descubrir las maravillas de un simple geranio cultivado en el alfeizar de una ventana, y no en los inmensos jardines bien cultivados
¿Habéis visto personas más alegres que las Carmelitas Descalzas en su gran pobreza y austeridad? Aún más: la alegría verdadera vence a la persecución, al dolor, a la muerte como Juan.
3.- Tal vez tengáis una experiencia semejante a la mía de una mujer que moría de un doloroso cáncer de estómago y decía con verdad que de lo que más gracias daba a Dios era de su enfermedad. Y tenía mucho que agradecer con un buenísimo esposo, una situación económica muy desahogada y un sinfín de buenas amistades. Y es que la alegría viene de Dios que se define luz y amor, y mientras nos ilumine su luz y nos envuelva su cariño no podemos por menos de vivir alegres.
La alegría es un don que se apoya en la paz interior y en la seguridad de que estamos en las manos de Dios y que, aunque nuestro camino no sea fácil, no sólo está señalado por Dios, sino que Él mismo se nos hace compañero de nuestro camino. Si la fe es llama que arde en el corazón, la alegría es su resplandor que sale del corazón y se muestra en el rostro y en la mirada.
Betania
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