Wednesday, June 27, 2012

¿Por qué los cardenales en la Iglesia?


Hoy no me interesa la cuestión histórica del cardenalato que es larga, y por cierto llena de miserias, aunque también los ha habido muy santos. ¡Faltaría más! Lo cierto, del todo cierto, es que no son de institución divina, al modo como los obispos y el papa. Los cardenales no son algo esencial en la Iglesia, así como tampoco los canónigos de quienes en su día formularemos una crítica.


Tienen los cardenales la prerrogativa de elegir al Sumo Pontífice, sede vacante. Y la tendrán hasta que un papa decida que la sucesión sea de otro modo.


En conjunto el cardenalato es una tentación de los obispos para medrar en el escalafón, para hacer carrera en la Iglesia. ¡Príncipes de la Iglesia! Y visten de colorines, con la sagrada púrpura, con el dichoso capelo, suprimido en tiempos recientes.


Me decía un amigo, cuando veía, abochornado, a un cardenal con su magna cauda desfilar echando bendiciones a diestra y siniestra, me decía riendo indignado: “Mira, parece un pavo real. ¡Qué payasada!”. Y papas como Paulo VI, ordenaron acortar las caudas, pero vuelven hoy en nuestros días.


¡La sagrada púrpura! La vanagloria de muchos obispos pretenciosos. La tristeza de otros que no escalan hacia esas cumbres… ¡Menuda patraña! Mientras tanto sigue el hambre en el mundo, continúa disminuyendo el fervor en los fieles y crecen las apostasías, ¡y cierran los ojos a la realidad una parte de estos hombres vestidos de colorines!


Tal vez alguno piense que hablo por envidia, por no haber conseguido llegar a las alturas eclesiales. No me creo santo, y casi seguro que, colocado en esa tesitura, no habría tenido la suficiente virtud para renunciar y a la vez criticar la institución. Por fortuna no he pretendido el poder ni político ni el eclesiástico.


Lo que hace falta es un nuevo Derecho Canónico que elimine de una vez tanta maraña. Sé que no se puede logar esto en un año; pero es necesario que nuestra mentalidad vaya cambiando.


La función específica del nombramiento de nuevo Sumo Pontífice podrían desempeñarla los presidentes de cada conferencia episcopal o un número determinado de obispos proporcional al número de católicos de cada nación. Por estos derroteros no hay ningún problema. La verdadera cuestión es el poder y el suponer. Lo cual, mirado con ojos de trascendencia, es una imbecilidad. ¡Pero qué golosa!


Josemari Lorenzo Amelibia
Secularizados, mística y obispos
RD

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