Experimentar nuestras debilidades nos ayuda a profundizar nuestra sensibilidad a las necesidades humanas y nuestra experiencia en la oración.
Una importante consecuencia se revela: debemos trabajar para hacer posible esa vida para todos los que nos rodean.
Nos debemos ayudar en nuestras fallas, perdonándonos diariamente y aligerando la carga de los demás. Sería absurdo aceptar las debilidades como algo esencial de nuestro llamado, y al mismo tiempo desacreditar a los deficientes, insensibles, poco sofisticados o torpes; permitir que los desacuerdos lleguen a hostilidades, o mantener batallas y odios por historias personales.
De Espacio Sagrado
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