Sábado, 26 jul (RV).- Además de haber vivido con intensidad la clausura de la XXIII Jornada mundial de la Juventud en Sydney, donde Benedicto XVI por medio de sus discursos y homilías ha dado la posibilidad de comprender la acción continua del Espíritu Santo, tema central de estas jornadas con los jóvenes presentes en Australia y con el resto de fieles que siguieron este magno evento a través de los medios de comunicación, el Santo Padre quiso tomar también parte en el Vía Crucis meditando y contemplando él mismo la primera estación de esta practica piadosa que los jóvenes realizaron llevando la Cruz que acompaña siempre estas jornadas. A este acto ha dedicado el padre Federico Lombardi, director de nuestra emisora, el editorial Octava Dies de esta semana.
“Uno de los momentos culminantes de las Jornadas de la Juventud de Sydney fue ciertamente el Via Crucis a través de la metrópoli cosmopolita. La gran ciudad secular asistió, con estupor respetuoso, a la representación en coreografía moderna de un evento antiguo, pero de permanente, y profunda actualidad”.
La rememoración de las estaciones de la pasión de Cristo recorrió los lugares simbólicos de la ciudad – la Ópera, el Puente, el puerto -, lugares que convirtió en testigos de un misterio que interesa y que implica al hombre y a la mujer de cualquier época con el dolor, en su enfrentamiento con el mal dentro y fuera de ellos, con la violencia y con la muerte.
“No hay relato en la historia del mundo que no sacuda con más fuerza la conciencia del hombre que este núcleo del Evangelio que es la Pasión de Jesús. Fue un mérito grande de la Jornadas de la Juventud de Sydney – como lo había sido también en Toronto – haber dedicado un compromiso tan excepcional para reproponerlo no sólo a los jóvenes participantes, sino también a la ciudad que los acogía”.
Es un anuncio grande y valiente, que quiere de una manera sincera poner la espectacularidad al servicio del mensaje espiritual y de la oración. Sin duda alguna fue una representación, pero una “sagrada” representación en el surco de la gran tradición cristiana.
“Frente a Jesús y en torno a Él, que sufre y muere, los otros actores, no sólo espectadores, somos nosotros. La gran ciudad secular no queda indiferente, sino que reflexiona y se interroga. Como la “gran ciudad” de Nínive que escucha el profeta Jonás, al menos por un día entiende que “no sólo de pan vive el hombre”. Y quizá no sólo por un día, porque no será fácil olvidar aquellas cruces al ocaso, al final del muelle de Barangaroo, a lo largo de las orillas de la bahía”.
La cruz de Jesús, muerto y resucitado por nosotros, queda como la palabra más eficaz de salvación que nos ha dado para anunciar, la “medida” más segura de nuestra vida, como dijo el Papa. Es bueno que los jóvenes lo experimenten, porque será también así para la ciudad del mañana, en el tercer milenio y en los siguientes.
Ecclesia Digital
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