Markus Vogt
El principio de sostenibilidad se desarrolló por primera vez en Europa en relación a la economía forestal. Décadas e incluso siglos son necesarios antes de que un bosque se desarrolle lo suficiente como para comercializar sus recursos madereros. Estas escalas de tiempo requieren la planificación en perspectivas a largo plazo e intergeneracional. Para ello, el economista alemán Hans-Carl von Carlowitz introdujo el término Nachhaltigkeit en 1713. En este sentido “sostenible” se refiere a la posibilidad de acceder a una cantidad de madera tal, que sea posible regenerarse en un futuro previsible. Como principio rector general, la sostenibilidad tiene como objetivo la integración de la gestión ambiental en los ciclos materiales y flujos de producción.
En la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en 1992, el desarrollo sostenible fue reconocido por la comunidad internacional como un principio rector para la política del siglo XXI. Desde entonces, el desarrollo sostenible ha servido como una especie de política transversal en ámbitos como la reducción de la pobreza, la gestión de los recursos naturales y también de un nuevo modelo global de prosperidad. Con el fin de poner en práctica esta visión de la sostenibilidad dentro de un calendario específico, se formuló un programa de acción para el siglo XXI (Agenda 21). Es crucial entender que la intención de este programa no es resumir todos los objetivos ambientales, de desarrollo social y económico, sino reflejar su interacción mutua y vincular estas áreas de política de una manera creativa. Este enfoque libera las políticas ambientales y de desarrollo de su aislamiento, y se convierte en un enfoque post factum, que compensa los daños ambientales anticipándose a ellos, y que se orienta a sus objetivos.
La sostenibilidad refleja las experiencias de las fronteras ecológicas y socioeconómicas de la modernidad. La Sostenibilidad ofrece una nueva definición de las condiciones, limitaciones y objetivos del progreso. En vez de fomentar un aumento constante del volumen de mercancías, del transporte y la velocidad, la estabilidad ecológica, social y económica de las diferentes dimensiones de la vida tiene que convertirse en el punto de referencia del desarrollo social y la planificación de las políticas. Sólo una prosperidad que se basa en un consumo moderado de los recursos, que se integra en los ciclos de materiales y ritmos de la naturaleza, y que ofrece oportunidades de participación para todos, es compatible con los valores modernos de la justicia.
La capacidad de limitarnos a nosotros mismos es la condición para regular el desarrollo económico y técnico, de manera tal, que se sirva al bien humano y al bien de la creación. Esta conciencia de nuestros límites es un correctivo fundamental para las interpretaciones de la “sostenibilidad” que sólo tienen como objetivo “verde” de los avances, doctrinas modernistas de ayer.
El principio de sostenibilidad descubre lagunas de la justicia global e integra cuestiones centrales relativas a nuestro futuro como un tema transversal, a menudo mostrando conexiones sorprendentes y “similitudes” en problemas de diferentes contextos. La sostenibilidad muestra el factor tiempo y el factor natural en todas las cuestiones socio-políticas. Esto abre nuevos análisis y estrategias para encontrar soluciones en medio de la compleja interacción entre los fenómenos locales y globales.
Cerrar la brecha entre el cuidado de la creación y el principio de la sostenibilidad es un proceso de aprendizaje continuo y desafiante, por lo menos, para las iglesias: de la misma manera como la idea cristiana de la caridad se entendió durante siglos exclusivamente a ser parte de la ética de la virtud, y sólo se convirtió en capaz de iluminar las políticas públicas una vez conectado con el principio de solidaridad, así también la fe cristiana de la creación necesita también una adecuada “traducción” a categorías éticas a ser políticamente aceptable que sirvan a la causa de la justicia. La fe en la creación sin la sostenibilidad es éticamente “ciega.” La sostenibilidad sin la fe en un creador (ya sean cristianos o no cristianos) se encuentra en peligro de convertirse en punto de vista ético superficial y trivial. Lo que necesitamos por lo tanto, es una extensión de los principios sociales cristianos: además de la dignidad de la persona, la subsidiariedad y la solidaridad, la sostenibilidad debería entenderse como el cuarto principio de la ética social católica.
Desde el punto de vista cristiano, la sostenibilidad es un imperativo categórico de una comprensión moderna de nuestra responsabilidad por la creación. Se necesita algo más que un modelo de políticas ecológicas de equilibrio. Su base es una cultura integral de la vida.
El autor es un teólogo católico, catedrático de Ética Social Cristiana de la Iglesia en la Ludwig-Maximilians-Universität de Munich, Alemania. También trabaja como investigador en el Centro Rachel Carson para el medioambiente u la Sociedad de Munich. Es miembro de numerosas asociaciones académicas, tales como el Grupo de Trabajo Medioambiental de la Conferencia Episcopal Alemana.
ecojesuit
1 comment:
Yo soy optimista y la lectura de reflexiones como éstas me convencen más de que otro mundo es possível.E es a través de la educación que vamos a lograr estos objetivos.
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