La fe y el coraje de una mujer por sacar adelante a los niños discapacitados del norte de Uganda
JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Cada vez que llega el tiempo de las vacaciones escolares en la Glory Special Needs de Kitgum (Uganda), su directora, Teddy Ayoo, sabe de sobras que tendrá que enfrentarse al mismo problema de siempre: sus 120 alumnos no quieren regresar a sus casas.
El año pasado, por Navidades, se plantaron en firme con sus bolsas ante la entrada en una peculiar protesta, poco ruidosa, eso sí, ya que todos ellos son sordos.
El motivo de su “indignación” tenía que ver con lo mal que se sienten tratados en “una sociedad que valora a las personas por lo que producen, y que margina a los que tienen algún tipo de discapacidad”, recuerda Ayoo.
Cuando se encontró ante aquella embarazosa situación, esta mujer ugandesa de 44 años tuvo una idea para salir del paso: preguntó a los niños si podía traer a varios periodistas, y una vez que dieron su consentimiento, llamó a algunos informadores, especialmente de la radio local que todo el mundo escucha en el norte de Uganda.
Delante de los micrófonos, dos portavoces de los niños –hablando por medio de un intérprete– fueron desgranando sus quejas: en sus casas no les tratan bien, en muchos casos incluso no les dan de comer, ni tampoco les proporcionan ropa, ni jabón, y a menudo ni siquiera les ofrecen un lugar para dormir.
Al cabo de dos días, una vez que las emisoras locales hubieron transmitido varias veces el programa y la historia de los muchachos apareció también reflejada en los periódicos, provocando un gran debate y la intervención de las autoridades locales, los alumnos recogieron sus bártulos y se marcharon de vacaciones.
Esta es la realidad que soportan los niños sordomudos del norte de Uganda, una realidad a la que Teddy Ayoo lleva ocho años dedicada en cuerpo y alma.
“Muchos padres ven a sus hijos sordos como una maldición y una carga”, cuenta, “y por eso, parte del trabajo que hacemos en la asociación que gestiona la escuela consiste en organizar talleres de sensibilización por los poblados para que la gente cambie de actitud hacia los niños discapacitados”.
Un rechazo ancestral
Desde el principio, Teddy ha tenido muy claro que su vocación es la educación para personas con necesidades especiales.
Una vez que concluyó sus estudios de magisterio, en 1992, entró en las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, una congregación fundada en el sur de Sudán por el obispo comboniano Sisto Mazzoldi.
Durante sus años como religiosa siempre trabajó en el campo educativo, en ambientes muy pobres y bastante difíciles, sobre todo en la región seminómada de Karamoya, y en la rehabilitación de niñas exguerrilleras en una escuela de formación profesional en Gulu.
Cuando en el año 2004 abandonó su comunidad, recaló en la ciudad de Kitgum, epicentro de una guerra que duró dos décadas y en la que los niños fueron las principales víctimas. Miles de ellos dormían por las noches en las calles de esta localidad por miedo a ser secuestrados por los guerrilleros del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en siglas inglesas).
Pero no todos ellos volvían a sus aldeas al amanecer, y no porque no tuvieran una familia, sino porque eran víctimas de un rechazo que tiene su origen en creencias ancestrales.
Vida Nueva
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