Wednesday, September 19, 2012

Las palabras de Martini sobre el Islam



Un texto, de enorme actualidad y muy peculiar, que escribió el arzobispo emérito de Milán, recién fallecido: integración y anuncio del Evangelio

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO


Mientras aumentan las protestas islámicas por la película blasfema y por las caricaturas de Mahoma, el occidente debe reconsiderar su relación con el mundo musulmán. En diciembre de 1990, once años antes de los atantados a las Torres Gemlas que pusieron en evidencia un cierto “coque de civilizaciones” y muchos problemas de integración, el arzobispo de Milán Carlo Maria Martini pronunció un discurso dedicado justamente al Islam. Y sus palabras siguen siendo muy actuales, aunque parezca que no coincidan con algunos clichés usados para clasificar al cardenal.


«Quisiera hablar aquí –escribió Martini– sobre un punto que me parece poco atendido hasta ahora, es decir la necesidad de insistir en un proceso de “integración”, que es muy diferente de una simple acogida y de un simple alojamiento. Integración implica la educación de los recién llegados para que se inserten armoniosamente en el tejido de la nación que les recibe, para comprender sus leyes y sus costumbrs fundamentales, para no exigir desde el punto de vista legislativo tratos privilegiados que tenderían a formar guetos y a hacer de ellos potenciales hogueras de tensiones y violencia. Hasta ahora –indicaba el arzobispo de Milán– la emergencia ha un poco cerrado un ojo ante este grave problema».

«Es necesario, en particular, hacer que los nuevos inmigrantes, sobre todo a los que provengan de países en los que las normas civiles son reguladas solo por la religión y en los que la religión y el estado forman una unidad indisoluble, comprendan que en nuestros países las relaciones entre el estado y las organizaciones religiosas son profundamente diferentes. Si las minorías religiosasaquí entre nosotros tienen las libertades y derechos que deben tener todos los ciudadanos, sin excepción, no se puede apelar, por ejemplo, a los principios de la ley islámica (sharia) para exigir espacios o prerrogativas jurídicas específicas».

«Por ello, es necesario elaborar un camino hacia la integración multiracial –añadía Martini– que considere una verdadera integración de diferentes grupos étnicos. Para que exista una sociedad integrada es necesario garantizar la aceptación y la posibilidad de asimilación de, pro lo menos, un núcleo mínimo de valores que constituyen la base de una cultura, como por ejemplo los principios de la declaración universal de los derechos del hombre y del principio jurídico de la igualdad de todos ante la ley».


El arzobispod e Milán continuaba indicando algunas posturas «erróneas» de las comunidades cristianas, en particular de los sacerdotes ante el fenómeno. Entre estas, Martini citó «el celo desinformado» de los que hacen «de cada hebra un paño»: «Se propugna la igualdad de todas las religiones sin respetar en su especificidad, se ofrecen indiscriminadamente espacios de oración e incluso lugares de culto sin antes haber ponderado algunas normas necesarias, precisas y rigurosas, incluso para evitar malos entendidos». «La postura correcta –explicó el cardenal– es el esfuerzo serio de consciencia, la búsqueda de instrumentos y la consulta de personas competentes. Estoy pensando, particularmente, a los casos tan difíciles y que a menudo fracasan de los matrimonios mixtos».

En cuanto al anuncio de la fe cristiana, Martini había afrontado este tema proponiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, que en su Regla, en el capítulo XVI (“De aquellos que van entre los sarracenos”), escribió: «Los frailes que van entre los sarracenos con el permiso de su ministro y siervo pueden ordenar las relaciones espirituales entre ellos de dos maneras. Una de ellas es que no peleen ni disputen, sino que estén sujetos a cualquier criatura humana por amor de Dios y que confiesen ser cristianos. La otra es que, cuando vean que agrade al Señor, anuncien la palabra de Dios… y todos los frailes, en donde se encuentren, deben recordar que han entregado y abandonado sus cuerpos a Nuestro Señor Jesucristo y que por su amor deben exponerse a los enemigos tanto visibles como invisibles».

«Entonces, ninguna pelea –comentaba Martini–, ningún uso de la fuerza, exposición sincera, en el momento oportuno, de lo que creen». «¿Puede la Iglesia católica renunciar a proponer el Evangelio a los que todavía no lo poseen? Claro que no, así como no se le pide a los musulmanes que renuncien al deseo de extender la “umma”, la comunidad de los creyentes».

Vatican Insider

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