No poseemos una experiencia directa de Dios. La limitación de nuestras mentes y corazones no les permite conectarse con el infinito.
Pero creemos que Dios actúa en nosotros, y sentimos su efecto en nuestros corazones. Percibimos que podemos alcanzar más allá de nosotros, en distintas formas, no todas ellas consoladoras.
Por ejemplo, percibimos nuestra necesidad de Dios cuando experimentamos nuestra incompetencia, nuestro vacío y nuestro fracaso.
No puedo convertirme en lo que yo debería ser.
Mi corazón estará inquieto mientras no descanse en el Señor.
Esta hambre, sed y nostalgia, es un tema que aparece en los Salmos:
Salmo 22 "LLoro de día, mi Señor, y mantienes silencio; lloro de noche y no encuentro mi reposo".
Salmo 42: "Como anhela la cierva estar junto al arroyo, así mi alma desea, Señor, estar contigo. Sedienta(o) estoy de Dios, del Dios de vida."
Salmo 63: "Dios, eres mi Dios, te busco, mi alma tiene sed de Tí; en pos de Tí mi carne languidece cual tierra seca, sedienta y sin agua. Anhelo contemplarte en el Santuario, y observar tu poder y tu gloria. Salto de gozo a la sombra de tus alas. Mi alma se aferra a Tí, y Tu diestra me sostiene."
De Espacio Sagrado
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