María Teresa Contador Durán, parvularia; Sofía Seguel Ñancucheo, teóloga, y Margarita Osse Pérez, profesora básica y de Religión concretaron su entrega total a Dios y a la Iglesia al ser consagradas para toda la vida como vírgenes, durante una misa presidida por el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, en la Catedral Metropolitana. Con ellas, ya son 9 las integrantes de la Orden de Vírgenes Consagradas Diocesanas en Santiago y 14 en el país. Para ello se prepararon a lo menos por dos años, periodo que culminó con una entrevista con el Arzobispo de Santiago, quien confirmó este llamado.
Amor y servicio
Para María Teresa Contador, en el rito de consagración, presidido por el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, “se abrió el cielo”. Tiene claro que no fue una elección de ella, sino que “Dios me mueve y me muestra su voluntad, qué quiere que yo haga, dónde me quiere ver produciendo frutos”.
Margarita Osse ya vivió una experiencia previa de vida consagrada como religiosa. Al terminarse su comunidad en Chile, siguió viviendo la consagración virginal por su cuenta, hasta que conoció esta Orden a la que ahora se incorporó definitivamente para “amar y servir a los más pobres” en Lo Espejo. Invitó a las jóvenes a buscar el llamado de Dios a “ser Iglesia, ser luz en el mundo, de una forma muy silenciosa”.
Sofía Seguel destacó la dimensión eclesial de su consagración, porque “si bien nosotras nos consagramos como respuesta al amor que Dios nos tienen, ese amor también nos mueve a entregarnos al servicio de la Iglesia y del prójimo”. Agregó que se consagran a Dios porque “él es nuestra plenitud; ese amor que nos da nos hace plenas como mueres”, y que no renuncian ni a la femineidad ni a la maternidad, sino que esas cualidades “que son propias de la mujer las vivimos de una forma más profunda, desde Dios”.
Un antiguo carisma de la Iglesia
Este carisma data de los primeros siglos del cristianismo y es mencionado en los escritos de los primeros Padres. Se trata de una forma de vida consagrada reconocida por la Iglesia y regulada según el canon 604 del Código de Derecho Canónico. Las Vírgenes Consagradas Diocesanas viven de sus profesiones u oficios y, por lo general, no viven asociadas en una comunidad, sino que solas o con sus familias.
El rito de consagración contempla aspectos tanto del sacramento del Matrimonio como del Orden Sacerdotal. Recibieron el anillo, símbolo esponsal, en su calidad de esposas místicas de Cristo, y realizaron el signo de la postración y las letanías de los santos. Un momento central del rito es la Oración Consecratoria, con la cual el Arzobispo consagra definitivamente la vida de estas mujeres al servicio de Dios y de la Iglesia en la virginidad y castidad.
Fuente: Iglesia de Santiago
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