Tuesday, January 29, 2008

Un momento para la oración


Marcos 3: 31-35
Entonces llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron afuera y lo mandaron a llamar. Como era mucha la gente sentada en torno a Jesús, le transmitieron este recado: "Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti".��� Él les contestó: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?". Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío, y hermana y madre".
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

He aquí otro extraño encuentro de Jesús con su familia.
Elos se quedan afuera, sin formar parte de los que lo rodean.
La bendición final la habría entendido María, quien ya la había escuchado de Isabel: "bendita eres por haber creído que la palabra se cumpliría".
La Palabra de Dios es más profunda que cualquier nexo biológico de Jesús; María lo sabía y no se sintió ofendida sino que defendió lo que Jesús dijo.
Nuestro vínculo más profundo es la pertenencia a Dios; todas las otras pertenencias en nuestra vida fluyen de ella. Venimos de Dios y vamos hacia Dios.
Nuestra oración, sin importar su ritmo y su tono, con su sequedad y dificultades, es tiempo entregado al principal vínculo de nuestra vida: la relación con Dios.

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