Una fundación de EEUU ha donado dos millones y medio de euros para estudiar la fe. Se analizará hasta qué punto las creencias están determinadas por la naturaleza humana. Dos millones y medio de euros para saber por qué los seres humanos siguen creyendo en Dios. El montante se antoja excesivo por más que trate de resolver uno de los nudos gordianos del pensamiento y la psicología modernas. De todas formas, al menos no hay de por medio dinero público. Los dólares manan de una fundación estadounidense, la John Templeton, especializada en los estudios que tejan una relación entre la razón y la fe.
El responsable de gestionar esta pequeña fortuna es el Centro Ian Ramsay, satélite de la Facultad de Teología de Oxford. A su cabeza, Justin Barrett, un psicólogo en tierra de nadie de la polémica entre científicos cristianos y ateos que ha sacudido en los últimos años la universidad británica. A Barrett han intentado atraérselo a su molino las dos cabezas visibles de la controversia, el zoólogo Richard Dawkins –autor de 'El espejismo de Dios'– y su némesis, el teólogo Alister McGrath, autor de 'El espejismo de Dawkins'.
Barrett, que no abandona ni a tiros su pretendida neutralidad, anuncia un proyecto aséptico y desideologizado que tratará de indagar en los motivos por los que el ser humano tiende a creer en Dios. Se trata de saber más sobre cómo dan forma nuestras estructuras cognitivas a nuestras creencias. También sobre la forma que toman los rituales religiosos y las plegarias y sobre la extendida creencia en una vida después de la muerte.
La vocación de puente del proyecto se subraya con un certamen de becas para aquellos expertos en genética, sociología o psicología que apliquen sus hallazgos a cuestiones con dimensiones teológicas o filosóficas.
«Estamos interesados», dice Barrett, «en explorar exactamente lo que el sentimiento religioso tiene de natural. Creemos que las creencias no son adquiridas sino más naturales de lo que la gente supone. Y en segundo lugar trateremos de identificar cuáles son las creencias religiosas más comunes y más fáciles de asumir por los seres humanos».
De todas formas, consciente de la polvareda que levanta el tema, uno de los ayudantes de Barrett, Roger Trigg, lanza un interesante aviso a navegantes: «El debate sobre el origen de la religión y cómo se ajusta a la mente humana ha desempeñado en los últimos años un importante papel en la vida pública, pero nuestro estudio no probará ni desacreditará ningún aspecto de la religión».
Proyecto multidisciplinarEl proyecto de investigación se extenderá a lo largo de los próximos tres años e incluirá distintas iniciativas. Se celebrará un taller en Oxford en el verano de 2009 y un curso de un año sobre la materia en el año académico 2009-2010 y se pondrá en marcha una página web con recursos para la investigación en este campo. Alrededor de un millón de euros se destinarán a la subvención de proyectos relacionados con la ciencia cognitiva de la religión y como broche tendrá lugar un congreso final en Oxford en el verano de 2010.
El proyecto –en el que también participa el Centro de Antropología y de la Mente de Oxford– combinará técnicas y científicos de distintas disciplinas de la neurociencia a la biología evolutiva, pasando por la lingüística y la sociología.
La Universidad de Oxford se ha convertido en los últimos años en campo de batalla entre quienes defienden la compatibilidad de ciencia y religión y de los científicos que utilizando sus propias palabras quieren «romper el conjuro».
El comandante en jefe del segundo bando es Richard Dawkins, zoólogo y exacerbado cruzado del ateísmo en el Reino Unido y fuera de él. Su libro 'El espejismo de Dios' ha excedido los círculos académicos y ha provocado un aluvión de debate. En el otro bando, Alister McGrath, que publicó 'El espejismo de Dawkins', tratando de rebatir los argumentos de su colega. Será difícil que el estudio que ahora comienza zanje la polémica, pero al menos proporcionará argumentos y premisas nuevas para un debate tan viejo como el ser humano.
21RS
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