Reconozco que en general disfruto bastante del peculiar estilo de mi paisano Antonio Burgos en las columnas que escribe regularmente en la prensa española. Más de una vez, cuando quiero mirar a la situación social o política en clave de humor me acerco a sus comentarios y –más allá de estar de acuerdo con él o no– tengo que reconocer que casi nunca me defraudan sus peregrinas onomatopeyas, sus comparaciones tan típicas del gracejo de la gente del Sur ("tontos con balcones a la calle" creo que es invención suya) y sus posicionamientos críticos que en gran medida podrían ser suscritos por mi madre, por el quiosquero de la esquina o la vecina del patio de luces.
En el artículo de este domingo, este columnista pone de chupa de dómine al doctor Cavadas, famoso cirujano que en estos días ha estado en el centro de la atención mediática debido al trasplante de cara que se ha llevado a cabo en Valencia.
Pues bien, la razón principal por la cual Burgos pone chorreandito al ínclito doctor es el hecho de que para dar las ruedas de prensa vaya y se plante una camisa africana (cantosa para algunos gustos) con formas cuando menos atípicas, estampados de cebras o de kikoys africanos... y según lo que he leído esta actitud algo rompedora en las formas y los protocolos no es algo puntual, sino completamente normal en este doctor.
El comentarista se le ha tirado a la yugular tildando el gesto de esperpéntico, comparando a Cavadas con un Evo Morales en versión africomédica, un chabacano Rappel o un iconoclasta Dr. House de la piel de toro. Me da pena que a veces seamos tan cerrados de mollera y tan intransigentes con las formas, pero quiero creer que estas afirmaciones están movidas simplemente por las ganas de cumplir con el siempre difícil rigor de escribir un artículo mínimamente entretenido para un sofocante domingo de agosto.
En caso de que el columnista y los lectores en general no lo sepan, el doctor Cavadas –aparte de reconstruir pacientes en La Fe de Valencia– ha promovido una fundación que lleva su nombre y que lleva a cabo regularmente misiones quirúrgicas en Kenia, en África Oriental, operando así gratis y por la cara (nunca mejor dicho) a muchos pacientes kenianos desfigurados en su fisonomía debido a quemaduras y otras lesiones y que necesitan una intervención de cirugía reconstructiva que nunca podrían recibir ni siquiera en los hospitales más selectos de su propio país. Chapeau por él, los médicos que le acompañan y la gente que colabora en su fundación.
Para mí el hecho de que el doctor aparezca en la rueda de prensa vistiendo no una corbata de Armani, una pajarita de seda, un polo de marca o su bata de médico y prefiera hacerlo vestido con una camisa africana llena de colores (disfrazado de carnaval para algunos) obedece simplemente al imperativo de una persona que ha descubierto nuevas realidades –pueblos, culturas, modas, gentes...– tan válidas y tan importantes como el resto de lo que se encuentra hoy en este curioso mundo y quiere simplemente reflejarlas en su vestimenta, como si fuera un pequeño mensaje de otredad, de respeto y cariño hacia lo que es diferente, más allá de las formas establecidas que de otra manera nadie se atreve a desafiar. En una entrevista que ha llegado hasta mis manos estos días decía que la experiencia de estar operando en África "no tiene precio" para él, que le ha dado mucho para su carrera profesional, posiblemente (esto lo digo yo) más que el dinero, la fama o el glamur.
Quizás por eso se desplaza ahora en bicicleta, humilde medio de transporte que permutó en su día por un lujoso Porsche que decidió vender quizás porque se dio cuenta que no todo lo que hoy se valora como deseable apenas llena de verdad el corazón de la gente. Ojalá que muchos médicos y profesionales punteros descubrieran esto también y lo imitaran en su entrega filantrópica a los demás.
Y las camisas africanas con cebras y colores deslumbrantes, pues qué quiere mi amigo Burgos que le diga, las prefiero a los pantalones cortos con ralas y varicosas piernas a medio broncear y horteros mocasines marineros que son tan fashion en las calles de España en estos días de descoque estival. Mi única esperanza es que cuando le otorguen el Príncipe de Asturias, el Dr. Cavadas vaya a recogerlo con la mejor camisa africana de su fondo de armario.
Alberto Eisman
Jaén, 1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha vivido en África desde 1995. Del 2003 al 2008 ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán. Actualmente es el Director de Radio-Wa, una radio comunitaria sita en Lira (Norte de Uganda).
Muzungu
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