El National Catholic Reporter el 17 y 18 de agosto de este año publica un importante artículo de la hermana Sandra M. Schneiders sobre la visita apostólica que hará Roma a las religiosas americanas del que voy a hacer un resumen. En estas páginas se pregunta la religiosa cuales son los motivos auténticos para realizar esta visita ya que las delegadas de la LCWR que representan el 95% de las religiosas se reúnen anualmente en Roma y dialogan con las autoridades del Vaticano de las que dependen.
Algunas personas desaprueban la falta de hábitos, la vida en pisos o el trabajo de estas mujeres en ministerios que las mantienen alejadas de sus parroquias pero el Vaticano II, sólo aconseja modestia en el vivir y vestir. Tampoco se puede fundamentar en Jesucristo medidas de este tipo ya que tanto él como sus seguidores no llevaban un vestido específico ni tenían un lugar donde reposar sus cabezas.
Esta visitación apostólica no supone un diálogo normal sino que es más próxima a un juicio que se monta desde la sospecha de los abusos y las irregularidades. Se instaron otras en el caso de la pedofilia, vida en concubinato de los clérigos, robo de fondos eclesiales… pero no parece que las religiosas norteamericanas estén implicadas en estas categorías.
La forma de llevar a cabo esta visita supone la interrogación de testigos bajo juramento, el proceso es secreto y los acusados o sus defensores no pueden escuchar los cargos, un sistema que han rechazado muchas democracias modernas por indefensión.
Resulta sorprendente que en la reunión anula de la LCWR, cuando la decisión había sido tomada meses atrás, no se comunicara a las religiosas presentes que se enteraron por la prensa. Es como si el elemento de sorpresa intentara evitar que los presuntos reos escaparan, escondieran pruebas o prepararan su defensa algo absurdo ya que estas personas están en sus órdenes por voluntad propia. Una religiosa comentando estos inicios dijo que “era un diálogo tipo Pearl Harbor” cuando los japoneses sin previo aviso bombardearon a los americanos.
Estas visitas suelen tener un carácter muy limitado ya que se inician con sospechas de que una determinada orden o comunidad no se está comportando como debiera. En este caso son las 60.000 monjas de 400 órdenes distintas las que han sido colocadas en el ojo del huracán. Indudablemente en un colectivo tan amplio se encontrará algún abuso pero tomar como muestra a todas las monjas es inquietante por no decir insultante. ¿Qué puede haber justificado esta sospecha universal?
Lo más sorprendente es que se ha escogido a una única persona para llevar a cabo esta ingente obra, una religiosa desconocida que lleva mucho tiempo viviendo fuera del país. ¿Puede una persona sola interrogar sin testigos y mandar sus secretas conclusiones sin que las personas involucradas puedan conocer los términos de sus conclusiones?
En la tercera fase de este proyecto se realizarán visitas a determinadas congregaciones y conventos. Entonces la visitadora podrá escoger de un plantel de monjas designadas para ayudarla en su tarea. El problema es que estas mujeres deben jurar lealtad a la visitadora y no al grupo investigado lo que ha motivado que muchas religiosas se nieguen a formar parte de estos equipos. Para colmo, los grupos que han sido escogidos para estas visitas apostólicas tienen que pagar el transporte y los gastos de sus jueces.
La segunda fase se ha iniciado ya con un documento, Instrumentum Laboris que contiene una lista de cuestiones que todas las monjas deben rellenar y que resulta muy superficial al lado de todos los procesos que realizan las religiosas para valorar e impulsar su vida espiritual.
Una sola persona deberá valorar este documento sin tener en cuenta la diversidad enorme de las órdenes religiosas. Las conclusiones a las que llegue podrán ser válidas para un grupo pero ¿y los otros?
La gran pregunta que todo el mundo se hace es ¿Que ha motivado estas visitas? Los peor pensados sostienen que los obispos quieren conocer la situación financiera de los conventos en su diócesis para que las monjas ayuden a pagar las deudas de sus juicios por los sacerdotes pedófilos. Más credibilidad tiene el deseo de que todas las monjas vuelvan a formas de vida anteriores al Concilio Vaticano II ya que el cardenal Franc Rode que está al frente de la vida consagrada lo manifestó en público.
Parece más probable que el motivo sea el descenso en números ya que las religiosas norteamericanas han pasado de 120.000 en la década de los 60 a 60 000 en nuestros días. Una caída que se atribuye a un descenso en la calidad de vida religiosa de estas mujeres.
El artículo dedica en este punto una larga exposición de los motivos por los que hay menos vocaciones religiosas a los que no voy a hacer mención ya que son semejantes a las que se han producido en España, bien conocidos de todos.
Mucho más interesante es conocer las razones que hicieron que muchas aguantaran la desbandada especialmente cuando la vida religiosa había perdido muchos de sus triunfos, la Iglesia oficial perseguía al feminismo y el papado daba la espalda al Vaticano II. Desde todos los ángulos las esperanzas se machacaban y se sustituían por un mundo estrecho, neo ortodoxo y centralizado en el Vaticano, una situación a años luz del anterior que estaba lleno del Espiritu, en sintonía con el mundo e inspirado por Juan XXIII y el concilio.
Las mujeres que perseveraron tuvieron que enfrentarse con el meollo de su espiritualidad y encontrarse con Aquel a quién habían ofrecido su celibato. La vida religiosa ya no les ofrecía elitismo, brillo o poder corporativo, sino desierto. Incluso algunas sabían que ellas eran las últimas de una congregación antaño floreciente, otras tuvieron que unirse o lanzarse a nuevas aventuras en tierras lejanas. Todas ellas, aunque disminuidas en número, persisten en sus votos con ilusión porque en lo más profundo de su corazón saben que no pertenecen a una orden concreta sino a un estilo de vida que es la religiosa.
Probablemente la presente investigación demostrará que la vida de las religiosas americanas está enraizada en la renovación pentecostal que llevó a cabo el Espíritu y que se ha conocido como el Concilio Vaticano II.
Isabel Gómez Acebo
Cajón de ilusiones
21
No comments:
Post a Comment