La Palabra de Dios
Mateo 5: 43-47
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestro hermano, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".
Reflexiones sobre la lectura de hoy
¿Dónde me encuentro, Señor, frente a tu invitación de convertirme como en un dios en mi amor a los demás? Cuando estoy luchando por sobrevivir en un mundo hostil, tratando de cuidar de mi familia y ganar mi sustento, ¿cómo consigo tener mi corazón libre de malos ratos, de resentimientos, incluso de odios?
El amor de Dios es incondicional. Se extiende a sus enemigos. Esto desafía categorías ordenadas y preferencias personales que pueden tener tanta influencia en la vida. Es solo con su corazón que nosotros podemos amar de una manera que es humanamente imposible.
La santidad significa imitar a Dios y tratar de ser tan generosa/o como podamos. Tenemos que actuar como Dios lo hace amándonos a todos, justos o injustos, buenos o malos. Su misericordia y bondad es radical, desproporcionada e indignante. Es la mía quizá un poco más cautelosa?
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