Monday, June 11, 2012

El futuro se abre paso en el desierto de Jericó



Religiosas combonianas promueven la educación y la salud entre los beduinos

MARIA NIEVES LEÓN | Suele ser el cuarto día de peregrinación. Venimos del Mar Muerto y subimos de Jericó a Jerusalén, como aquel hombre del que habla el Evangelio de Lucas, que atravesaba el desierto de Judea, pero en sentido inverso. Es un desierto árido, rocoso. Agreste. Subimos 1.200 metros en 23 kilómetros. Y, cerca ya de Jerusalén, vemos dispersas en las distintas laderas unas tiendas de tela negras, bidones y algunos animales. Son los beduinos del desierto.
Allí viven. Allí donde, según cuenta la parábola, asaltaron al hombre que bajaba a Jericó, le robaron, le apalearon y le dejaron medio muerto. Porque allí no encuentras a nadie. Con solo apartarse un poco de la carretera, tan solo ves, además de las tiendas, a las cabritas buscando un poco de hierba.
Es la zona C. Cisjordania tiene clasificado su territorio en tres zonas. La A depende totalmente de la Autoridad Nacional Palestina; la B, con control civil palestino y control militar israelí; y la C, totalmente controlada por Israel.
En esta zona no se puede construir, explica Alicia Vacas, misionera comboniana que acompaña desde hace años a estas comunidades del desierto de Judea. Los beduinos jahalin, que viven aquí, fueron expulsados en su día por el ejército israelí del desierto del Negev, sin tener adonde ir, por lo que acampan en esta zona sin tener derecho a atención sanitaria ni a educación.
No hay, no puede haber escuelas ni ambulatorios. Es una zona degradada, sin acceso al agua corriente, ni electricidad. En algunos casos, las infraestructuras que abastecen las colonias israelíes, que crecen inexorablemente en toda la región, cruzan los campamentos, ignorando la presencia y los derechos de los beduinos.
Recientemente, se ha anunciado el desplazamiento forzoso de todos los beduinos de la zona C a los alrededores del basurero de Jerusalén Este, desafiando las protestas de los beduinos, de organizaciones de derechos humanos locales e internacionales y de ONG ecologistas.
Formar a las formadoras
Gracias a la imaginación de Vento di Terra, una ONG de arquitectos italianos, hace tres años que funciona una escuela primaria, “construida sin obras” tan solo con ruedas de coche viejas. Pero los niños llegan muy poco preparados y con frecuencia tienen problemas de rendimiento escolar.
Por este motivo, la comunidad de misioneras combonianas de Betania, gracias a la ayuda de Manos Unidas, ha organizado una red de centros preescolares, aprovechando las tiendas beduinas de los campamentos. El proyecto permite, además, preparar a jóvenes beduinas como maestras, con unos cursos intensivos de educación infantil.
Alicia es de Valladolid y, previo a este destino, ha estado ocho años en Egipto, por lo que puede comunicarse bien en árabe con los beduinos. También habla inglés, italiano y, seguramente, se adentra con destreza en el hebreo.
“El día a día –relata– nos ve saltar de un campamento a otro y de un proyecto a otro, acompañando la clínica móvil que sigue los programas de salud primaria en los campamentos beduinos [activada gracias a la ONG italiana Kenda, en colaboración con el Ministerio Palestino de Sanidad], siguiendo las actividades de las escuelas y preescolares, cuidando la formación de grupos de jóvenes beduinas como maestras o agentes sanitarios
“¡No hay tiempo para la rutina y el aburrimiento! –asegura–. En los últimos meses, buscamos coordinarnos con las otras organizaciones que trabajan en la zona, para conseguir evitar el desplazamiento forzado de los campamentos beduinos”.
Vida Nueva

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