Jaime Tatay, SJ
“Aspiramos a nada menos que a un movimiento global capaz de general un cambio generacional. Espero que los negociadores (…) alcancen un compromiso político renovado por el desarrollo sostenible,” afirmó recientemente said Ban Ki Moon, secretario general de las Naciones Unidas. ¿Resultará fácil alcanzar el acuerdo político y el compromiso necesario para alcanzar semejante cambio?
Ciertamente no va a ser sencillo. Durante los próximos días, en la cumbre de la ONU sobre Desarrollo Sostenible (Rio+20), tres problemas deben ser abordados para poder alcanzar el cambio generacional requerido: clarificar el significado y los objetivos del desarrollo sostenible, definir el concepto de economía verde y perfilar el marco institucional necesario para articular el cambio.
Más de cien jefes de estado y de gobierno participarán de la cumbre de Rio+20, haciendo de esta conferencia el encuentro internacional más importante del año. Pero a pesar de la amplia y variada representación institucional, los problemas a los que se enfrentan los participantes parecen haberse convertido “en impedimentos difíciles” de sortear en el camino hacia un futuro sostenible.
El “documento cero”, publicado en Enero de 2012, reafirmó los principios de Río y los planes de acción previos, intentando definir la economía verde, el marco institucional necesario en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Importantes divergencias entre los negociadores, sin embargo, han emergido en todos estos campos.
Martin Khor, miembro del Third World Network, ha expresado crudamente las divergencias existentes entre distintas naciones en Río del siguiente modo: “Desgraciadamente, la cumbre tiene lugar en un momento en el que países desarrollados y en vías de desarrollo parecen cada vez menos capaces de alcanzar un entendimiento en temas claves y principios. La distancia entre el norte y el sur se ha hecho patente en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio, en la convención sobre Cambio Climático y, más recientemente, en la conferencia de la ONU sobre comercio y desarrollo. La misma distancia existe en las negociaciones de Rio+20.”
El compromiso de las naciones más desarrolladas en Rio 92 para la transferencia de tecnología y asistencia financiera a las menos desarrolladas y el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas (CBDR, en inglés) ya no pueden darse por sentado. En un momento en que las naciones más ricas sufren una creciente presión económica y una mayor inestabilidad política, estas naciones están tentadas de olvidar lo que ya habían aceptado: “la responsabilidad que tienen en la búsqueda internacional del desarrollo sustentable, en virtud de las presiones que sus sociedades imponen al medio ambiente global y de la tecnología y recursos financieros de que disponen.” Las naciones más ricas tienen una mayor responsabilidad en la búsqueda de una salida a los problemas planteados en Rio.
Cuarenta años después de Stockholm 72 y veinte después de Rio 92, está en juego la capacidad de nuestras sociedades para establecer políticas a corto plazo, diseñar cambios estructurales a largo plazo y promover transformaciones estructurales en la dirección de los Objetivos de desarrollo del Milenio.
El norte, donde sigue estando buena parte de la riqueza, está tentado de hacer marcha atrás respecto a sus compromisos anteriores en el camino hacia Río. Pero no todo está perdido, Río+20 y las numerosas iniciativas de la sociedad civil siguen siendo una oportunidad para articular una respuesta valiente, construir capacidades, traducirlas en políticas, crear una visión común, generar contratos sociales amplios y compartir valores basados en la sostenibilidad medioambiental, la prosperidad económica y la equidad social.
Ecojesuit
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