La misión de los discípulos misioneros de Cristo en nuestra Iglesia que peregrina en Chile es ser instrumentos de comunión en un mundo amenazado y herido por el desamor, por la exclusión, por las crecientes brechas socio-económicas, educacionales y culturales, por el consumismo materialista y la falta de sentido que asfixia a la esperanza. Así lo sostuvo Mons. Alejandro Goic, Obispo de Rancagua y Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, en su intervención inaugural que abrió las sesiones de la Primera Asamblea Eclesial.
Ante más de 500 participantes que se congregan en el Centro de Peregrinos de Schoenstatt, en Santiago, Mons. Goic entregó su saludo en nombre del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile y de la Comisión Preparatoria. En la ocasión, el obispo que en este encuentro se reúnen los miembros del pueblo de Dios, para discernir juntos un elenco de propuestas para las grandes líneas orientadoras de la Iglesia en Chile en los próximos cinco años.
"Y lo hacemos animados por una espiritualidad de comunión que deseamos sea la que caracterice nuestras actitudes y toda nuestra participación a lo largo de toda esta Asamblea y también que continúe después de ella", enfatizó.
La riqueza de la diversidad
El Presidente de la CECh destacó los múltiples signos de diversidad que se verifican entre los participantes y precisó que en la fe reconocemos que esta extraordinaria diversidad es expresión de una de las notas más características de nuestra Iglesia: el ser católica, el ser universal.
Agregó que la "capacidad de inclusión de la diversidad es lo propio de la catolicidad" y que la caridad es el “alma” de esta comunión católica. Prosiguió señalando el Obispo de Rancagua que en muchas ocasiones la diversidad y pluralidad nos asusta, genera temores y desconfianza entre nosotros. Es así como una diversidad querida y creada por Dios no siempre hemos sabido reconocerla, acogerla y cuidarla. En ese sentido, reconoció que en "la misma Iglesia a veces se ha manifestado la intolerancia, el desprecio, o la desconfianza hacia los demás, incluso hacia otros hermanos y hermanas que profesan nuestra misma fe cristiana y católica".
Citando los escritos del Apóstol Pablo a la comunidad de Corinto, el pastor recordó que ninguna de nuestras diferencias -sean estas religiosas, sociales o de género- constituyen de por sí un obstáculo, o algún privilegio, para acoger la gracia y la salvación de Dios: "Por el contrario, es el mismo Espíritu de Cristo, quien nos regala sus dones para ponerlos al servicio de todos y edificar así su Iglesia universal (..) De esta manera, la diversidad que se expresa en esta comunión católica es un don del Espíritu Santo, pues el mismo Espíritu Santo es el autor de la diversidad en la comunión de la Iglesia, como nos lo ha recordado el apóstol Pablo".
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