Carmen Sancho, misionera en La India
La persecución que los cristianos están sufriendo en la India nos obliga a fijar nuestra atención de una manera especial en lo que está ocurriendo en ese país. Vida Nueva ha hablado con Carmen Sancho, que pertenece a la Congregación de Misioneras de Cristo Jesús y que desde hace dos años es Directora del Departamento de Formación de la Fe de la diócesis de Nongstoin. Tiene 77 años y lleva en la India 47, desde 1962.
¿Cómo está viviendo los dramáticos acontecimientos de Orissa?
Es horrible. Nosotras estamos en Meghalaya, en la diócesis de Nongstoin. Es un estado cristiano que está en la India interior, casi en la jungla. Pero a pesar de las distancias nos han llegado noticias a través de un padre del Verbo Divino, que ha sido la orden que más ha sufrido las agresiones. Uno de sus orfanatos fue brutalmente atacado por fundamentalistas hindúes. El cocinero del centro fe quemado vivo, el sacerdote se escondió en el retrete… pero fue encontrado y lo apalearon hasta matarlo. Todos los niños huyeron. Esto está pasando en los pueblos, ya que las ciudades están más controladas por la policía.
¿Y por qué ocurre esto?
Son grupos fundamentalistas, hindúes a la vez que nacionalistas. Su lema es ‘India para los hindúes’. Ellos son los que han mentido y han dicho que el asesinato del gurú hindú Swami Laxmanananda Saraswati fue obra de cristianos. Es falso y lo saben, pero les sirve de justificación para lo que están haciendo contra nosotros. El problema de fondo radica en que los católicos ayudamos a los ‘dalit’, que son la casta más inferior que hay en el complejo sistema de castas indio. Son considerados como parias, como sus esclavos. Por eso no quieren que les eduquemos, para que sigan sin tener ni voz ni voto y así poder abusar siempre de ellos.
La excusa de los fanáticos es acusarles de proselitismo…
Sabemos que la evangelización está prohibida por ley. Pero nosotros no les convertimos, sólo de corazón. No nos hace falta hablarles en primer lugar de Cristo, porque cuando ven a las personas que les ayudan en nombre de Cristo… entonces también le ven a Él. La nuestra es la evangelización de la vida, del testimonio. Y gracias a ella si algunos se convierten, pues muchísimo mejor. La Iglesia ha de tratar de implantar el Reino de Cristo, el Reino del Amor, la Justicia y la Verdad. Y hemos de hacerlo con nuestra propia vida, dando testimonio de vida. No podemos callarnos, debemos anunciar y proclamar la Buena Nueva. Porque ahí está la liberación, la libertad de todo ser humano. Nuestra gran esclavitud es el egoísmo.
¿A qué se refiere cuando dice esto, que nuestra gran esclavitud es el egoísmo?
A que me da pena el mundo del Oeste, Occidente. Sus habitantes no están completamente realizados, están vacíos. No son felices. En los países del Primer Mundo el hombre quiere ser Dios. Por eso allí se debate sobre temas como el aborto o la eutanasia, por eso allí el sexo es el dios, el cúlmen de la felicidad. En realidad no son felices. Por mi experiencia sé que la verdadera felicidad está en Dios y en tratar de vivir el Amor. No debemos de negar el sufrimiento. Hay que comprender que en él, en la Cruz, hay “algo”, hay un valor.
Hablaba antes de la necesidad de ofrecer un buen testimonio de vida. El suyo propio es muy elocuente…
Tengo 77 años y llevo aquí en la India desde 1962. Ya son casi 47 años, toda una vida. Y soy muy feliz. Fui una de las fundadoras del primer hospital católico, hace 28 años. Luego estuve en internados, dando clases y atendiendo a los más pobres. Ahora estoy en zonas más del interior, en la jungla. Aquí todo es más difícil. Desde hace dos años, mi obispo me nombró Directora del Departamento de Formación de la Fe. Aquí, nuestra misión consiste en organizar comunidades de base, para que sean los propios indios los que se evangelicen a sí mismos. Siguiendo las directrices de los obispos pretendemos formar una comunidad de comunidades.
¿Cree que es posible que llegue el día en que puedan evangelizar en paz?
No sabemos cómo discurrirán los acontecimientos. Depende del Gobierno central, que es más abierto. Pero, por desgracia, también depende de los ejecutivos regionales (similares a nuestras comunidades autónomas), muchos de los cuales son más cerrados y radicales. Lo cierto es que, en general, la persecución es cada vez mayor, extendiéndose a más regiones. Aún así, también hemos de tener en cuenta que la sangre de los cristianos es la semilla de los nuevos cristianos. Y eso es esperanza. En mi diócesis hay nuevos cristianos, pero éstos están apenas bautizados y poco más. Sólo quiero que ellos profundicen en su fe. Y me preocupa que les ocurra lo mismo que ha pasado en Occidente. Me preocupa que aumenten los medios, que llegue la televisión, el dinero… Todo eso es lo que, mal entendido, lo pierde todo. Como ha pasado en el llamado Primer Mundo.
¿Tiene miedo?
¿Miedo? ¡¿Pero cómo voy a tenerlo si sé que Dios está con nosotras?! Estoy preparada para lo que venga. Aquí soy muy feliz.
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