COMULGAR CON DIOS Y CON EL PRÓJIMO
Por José María Martín OSA
1.- La comunión con Cristo transforma nuestra vida. Celebramos la solemnidad del Corpus Christi, la fiesta de la Eucaristía. Es el Día de la Caridad ya que el Cuerpo entregado y la Sangre derramada del Señor constituyen para nosotros la manifestación mayor de su amor a los hombres. San Agustín llama a la Eucaristía “sacramento de amor, símbolo de unidad, vínculo de caridad”. Sin la comunión no habría amor a los demás. Cada comunión debe hacernos crecer en el amor a los otros. La Eucaristía debe crear en nosotros la decisión consciente de ir hacia los otros y entregarnos a ellos.
Por encima de las oraciones litúrgicas de acción de gracias, por encima de las plegarias privadas, la verdadera acción de gracias es la caridad -¿Por qué falla la Eucaristía? Porque no nos dejamos transformar. Creemos que al comulgar hacemos a Cristo cosa nuestra, cuando la verdad es otra. Al comer a Cristo somos comidos por Él. La Eucaristía falla cuando comulgamos, no cuando somos comulgados. "El que me come vivirá por mí", nos dice Jesucristo.
2.- La Nueva Alianza firmada con la sangre de Cristo. La segunda lectura nos recuerda que Jesús, como sumo y único sacerdote, ha penetrado en el santuario del cielo una vez por todas, para llegar a la presencia de Dios. Ha inaugurado la Nueva Alianza, que sustituye a la Antigua establecida a través de Moisés, como narra la segunda lectura. Lo ha hecho con el sacrificio de su pasión, es decir, en virtud de su propia sangre. La esperanza de los hombres de alcanzar el perdón de sus pecados y lograr la comunión con Dios queda cumplida real y definitivamente en el misterio de la muerte y exaltación de Jesucristo, el Hijo de Dios. La liberación conseguida en virtud de la sangre de Cristo se mantiene inagotable. La sangre de Cristo sella una Alianza Nueva para siempre. Cristo es su mediador. En efecto, Jesús es el enviado de Dios a los hombres y tiende un puente (es pontífice) para hacer posible la unión entre ambos. Jesús manifiesta la última voluntad de Dios para con los hombres, y la cumple ofreciéndose a sí mismo en la cruz.
3.- «Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir». En la Eucaristía la unión con el Señor nos lleva al mismo tiempo a la unión con los demás, a los que él se entrega, y nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana que sufre. La pobreza y la exclusión social crecen en algunos países de manera alarmante. Muchas personas se encuentran en paro, no tienen la oportunidad de salir adelante, se encuentran desesperadas…. La Eucaristía nos hace ser pan partido y repartido. Ante las necesidades ajenas, Jesucristo se conmueve y muestra su rostro compasivo. Su ejemplo nos enseña que la verdadera compasión comienza por estar atentos a las necesidades de los otros y hacer todo lo posible por remediarlas. Es hora de pasar de la compasión a la acción. Todos estamos llamados a compartir haciendo verdad en nuestra vida el lema de Cáritas en este año para el Día de la Caridad: «Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir». Debemos dar cabida a la gratuidad. Esto requiere gran dosis de generosidad Trabajemos por la justicia para que todos vean respetados sus derechos. De este modo lucharemos contra la crisis, no nos cerraremos cada uno en nuestro propio interés, sino que buscaremos juntos lo que es mejor para todos., Cada Comunión debe hacernos crecer en el amor a los otros. El Otro es tu hostia diaria.
Betania
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