Wednesday, April 22, 2009

"Dios no es propiedad de los creyentes"


Los seguidores de Jesús descubrimos en su vida y su mensaje la manifestación de un Dios que puede ser Buena Noticia para todos: Dios no es propiedad de los creyentes. Es de todos. No está atado a ningún templo ni lugar sagrado. Los caminos que sigue para encontrarse con sus hijos e hijas no pasan necesariamente por la religión.

N o es fácil trazar fronteras precisas entre los que nos decimos “creyentes” y aquellos a los que llamamos “increyentes”, sólo porque no aceptan la fe religiosa y dan sentido a su vida desde otras convicciones, esperanzas y fidelidades.
Más allá de confesiones de fe o de declaraciones de agnosticismo, ¿no hay entre nosotros un suelo previo común? ¿No compartimos todos una confianza secreta en la vida, una llamada a vivir con dignidad, un deseo hondo de plenitud y libertad? ¿No nos habita el mismo anhelo de un futuro que debería de ser más humano y feliz para todos? ¿No sabemos que somos incapaces de darnos a nosotros mismos todo lo que andamos buscando?
¿No será que, por encima de confesiones, credos o ideologías, todos “vivimos, nos movemos y existimos” dentro de un Misterio que algunos llamamos “Dios”? ¿No será que todos “lo buscamos a tientas… aunque no se encuentra lejos de ninguno de nosotros”? (Hch 17, 27-28).
Los seguidores de Jesús descubrimos en su vida y su mensaje la manifestación de un Dios que puede ser Buena Noticia para todos: Dios no es propiedad de los creyentes. Es de todos. No está atado a ningún templo ni lugar sagrado. Los caminos que sigue para encontrarse con sus hijos e hijas no pasan necesariamente por la religión.
Dios acoge a todos. A nadie discrimina ni excomulga. A nadie olvida ni margina. A todos busca con amor apasionado. A nadie da por perdido. Nadie es insignificante para él. Nadie camina por la vida privado de su gracia y su bendición. A todos atrae hacia lo bueno.
Cualquiera puede vivir en verdad ante su Misterio. Cualquiera puede caminar con dignidad ante su oculta presencia. Todos podemos vivir de su perdón. Él conoce el corazón de cada uno, y sabe que estamos hechos de barro. Ésta es su promesa: “Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida” (Ap. 21,6).
“Todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá”. Estas palabras de Jesús son, tal vez, la mejor actitud ante ese Misterio al que los creyentes llamamos “Dios”. El que, desde su pobreza, lo invoca, lo está recibiendo como regalo; el que, extraviado, lo busca, ya lo está encontrando; el que, necesitado de hogar, llama a su puerta, está siendo acogido.
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