RD/Agencias
Miércoles, 29 de abril 2009
Miércoles, 29 de abril 2009
El papa Benedicto XVI "lamentó" este miercóles los abusos que la iglesia católica ha cometido contra los "indígenas, mestizos y esquimales" de Canadá, indicó el Vaticano.
"El Papa expresó su pesar por las angustias causadas a los indígenas de Canadá por la conducta deplorable de algunos miembros de la Iglesia", sostiene en un comunicado la Santa Sede.
El Papa saludó al término de la audiencia general en el Vaticano a una delegación de la Comunidad Aborígen de Canadá, guiada por Phil Fontaine, líder de la Asamblea Nacional de Nativos y por el presidente de la Conferencia Episcopal Canadiense, monseñor James Weisgerber.
El Papa condena tales abusos, que "no pueden ser tolerados" y ora "por todos los que sufren" además de comunicar su "afecto y solidaridad".
Desde finales del siglo XIX hasta 1970, más de 150.000 niños indígenas, mestizos y esquimales fueron separados de sus familias y enviados a orfanatos para ser "educados" en escuelas religiosas, católicas y de otras confecciones, donde muchos de ellos sufrieron maltratamientos y abusos sexuales.
Unos 80.000 personas están aún con vida.
Con ocasión del encuentro los obispos canadienses recordaron al Papa que tanto las comunidades religiosas como el Estado de Canadá han pedido "disculpas" públicas a los indígenas por los abusos cometidos contra los niños. Canadá indemnizó con miles de dólares a las poblaciones indígenas.
El Papa Benedicto XVI invitó también hoy a los fieles a "amar a la Iglesia" a pesar de que, a veces, se vea en ella "el pecado" y "lo negativo", según admitió en la audiencia general celebrada esta mañana en la plaza San Pedro.
A pesar de todo "con la ayuda de la fe (...) podemos hoy y siempre volver a descubrir en la Iglesia la belleza divina", aseguró el Pontífice, que dedicó la catequesis de hoy al patriarca Germán de Constantinopla, que vivió en el siglo VIII.
El Papa destacó algunas de las enseñanzas de este patriarca que también pueden ser útiles a los cristianos de hoy en día, tales como "la visibilidad de Dios en el mundo y en la Iglesia".
El Papa señaló que hay tres cosas que San Germán puede decir todavía a la humanidad contemporánea. En primer lugar, la necesidad de reconocer "la visibilidad de Dios en el mundo y en la Iglesia", porque "Dios creó al hombre a su imagen, pero esa imagen se cubrió de la suciedad del pecado" y el Creador "casi no se percibía. Así, el Hijo de Dios se hizo hombre y, en Cristo la imagen verdadera de Dios, podemos aprender a ser también nosotros imagen suya".
Si para contrarrestar la idolatría y el peligro de las imágenes paganas Dios prohibió a los israelitas construir imágenes suyas, "cuando Dios se hizo visible en Cristo mediante la Encarnación, fue legítimo reproducir el rostro de Cristo" y "las santas imágenes nos enseñan a ver a Dios en el rostro de Cristo, de los santos y de todos los seres humanos", indicó el Pontífice.
En segundo lugar, San Germán enseña "la belleza y la dignidad de la liturgia", que se debe celebrar "con la conciencia de la presencia de Dios y con la belleza y la dignidad que dejan entrever el esplendor de Dios".
El tercer punto, señaló, es "amar a la Iglesia". "Quizá en la Iglesia, como en nosotros, vemos el pecado, lo negativo, pero con la ayuda de la fe podemos hoy y siempre volver a descubrir en la Iglesia la belleza divina. En la Iglesia, Dios se nos ofrece en la Eucaristía, habla con nosotros, nos perdona y nos enseña a perdonar. Recemos para que Dios nos enseñe a ver en la Iglesia su presencia y su belleza, a ver su presencia en el mundo y para que nos ayude, haciéndonos transparentes con su luz".
Sobre San Germán
El Papa explicó que "durante el patriarcado de Germán (715-730) la capital del imperio bizantino, Constantinopla, fue asediada por los sarracenos. En esa ocasión (717-718) se organizó una solemne procesión con la ostensión de la imagen de la Madre de Dios y la reliquia de la Santa Cruz para invocar del cielo la defensa de la ciudad. Efectivamente Constantinopla fue liberada del asedio".
Después de ese hecho el patriarca "se convenció de que la intervención de Dios debía considerarse una aprobación evidente de la piedad mostrada por el pueblo hacia los iconos sagrados", pero "el emperador León III que subió al trono en el 717 empezó a manifestar cada vez más la convicción de que la consolidación del imperio debía partir de la reordenación de las manifestaciones de la fe, refiriéndose en particular al peligro de idolatría al que, a su parecer, el pueblo estaba expuesto con motivo del excesivo culto de los iconos".
"De nada sirvieron las referencias del patriarca Germán a la tradición de la Iglesia y a la eficacia de algunas imágenes que eran reconocidas por unanimidad "milagrosas". El emperador fue inamovible en la aplicación de su proyecto reformador. Germán no quiso doblegarse a su voluntad en cuestiones que creía determinantes para la fe ortodoxa. En consecuencia se vio obligado a dimitir como patriarca y se recluyó en un monasterio donde murió en el olvido. Pero su nombre fue ensalzado en el segundo Concilio de Nicea (787), donde se reconocieron sus méritos".
De San Germán se conservan "diversas homilías de argumento mariano, entre las cuales algunas han marcado profundamente la piedad de enteras generaciones de fieles en Oriente y Occidente" y algunos textos como el que el Papa Pío XII "engastó como una perla en la constitución apostólica "Munificentissimus Deus" (1950)" dedicada a la Asunción de María.
El Papa Benedicto XVI recordó que el santo ofreció una "gran aportación" a la tradición bizantina, donde "el decoro de la forma retórica en la predicación y todavía más en los himnos o composiciones poéticas es tan importante en la celebración litúrgica como la belleza del edificio sagrado donde se desarrolla".
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