Sunday, April 26, 2009

La homilía de Ciudad Redonda: Testigos de la Vida Resucitada

A la sorpresa que produjo en los discípulos la resurrección de Jesús se van añadiendo según pasan los días y las semanas otros datos que les van haciendo comprender, poco a poco, lo sucedido. Igualmente para nosotros el tiempo de Pascua es la oportunidad de profundizar en lo que significa la resurrección, vivir como personas nuevas, vivir la vida nueva en Cristo.


La sorpresa inicial, el asombro, conviene que siga estando presente en nosotros. Decir “Cristo ha resucitado” es algo que se sale de lo normal. Nos podría situar entre los visionarios y locos. Lo bueno es que es que la experiencia de la resurrección de Jesús no nos saca de nuestras casillas, no nos eleva a las alturas, sino que ancla nuestros pies en la tierra, en esta tierra y este mundo concreto en que nos ha tocado vivir. Conocer a Jesús es guardar sus mandamientos. Guardar su palabra es sentir que en nosotros el amor de Dios llega a su plenitud y es amor que se vierte y expande hacia los que nos rodean y hacia toda la creación. Ese es el mensaje de la segunda lectura.



El Resucitado es Jesús de Nazaret



Jesús resucitado nos refiere inmediatamente al Jesús histórico. No hay mandamientos nuevos más allá de la palabra, conservada en aquellas primeras comunidades como un tesoro y más tarde condensada en los libros del Nuevo Testamento, de aquel Jesús que anduvo por los caminos de Galilea predicando el Reino y haciendo el bien a todos aquellos con los que se encontraba.


Sus mandamientos se sintetizan en la ley del amor: construir la fraternidad dando la vida y regalando lo que tenemos y somos, compartiéndolo todo, sin excluir a nadie, con las puertas abiertas a todos pero especialmente a los que más sufren, a los más alejados, a los que les ha tocado la peor parte en este mundo. Esa es la conversión que nos piden las palabras de Pedro en la lectura de los Hechos de los Apóstoles. Decir que Jesús murió para que nuestros pecados fuesen perdonados es lo mismo que decir que murió para comenzásemos desde ya a vivir de una forma nueva.


Del miedo a la alegría


Ese proceso, pasar de la sorpresa a vivir de una manera nueva y distinta –resucitada–, se ve reflejado en la lectura del evangelio de Lucas. Los discípulos pasan del miedo inicial a la escucha de la palabra de Jesús. Es una palabra de paz. No hay razón para alarmarse ni para salir corriendo. Es el mismo Jesús que habían conocido allá a la orilla del lago Tiberiades o por los caminos de Galilea o en las calles de Cafarnaúm o enseñando en el templo de Jerusalén.


Del miedo y la sorpresa pasan a la alegría. “¡Está vivo!” “¡Es el maestro!”. Y vuelven a hacer lo que tantas veces hicieron con él: comer y charlar. Lo que hacemos en todos los países y en todas las culturas cuando queremos expresar la alegría de estar juntos, la fraternidad, la amistad, la vida. Jesús toma el pescado, de lo mismo que estaban comiendo ellos. Jesús comparte su comida y, mientras come, les explica las escrituras para que entiendan lo sucedido. Y, al final, los envía: “Vosotros sois testigos de esto”. La Eucaristía, lugar de encuentro con el resucitado


Los discípulos han dado un paso más. Han sentido de nuevo la presencia viva de Jesús. Se sienten enviados a anunciar al mundo que Dios está de nuestra parte, que nos promete un futuro nuevo, que ni el odio ni la violencia ni el rencor tendrán la última palabra, que el Reino es algo más que un sueño. Todo lo han comprendido en torno a la mesa, al pan y la palabra compartidos.

La Eucaristía sigue siendo el mejor don que atesora la Iglesia. Ya no es el momento dramático del Jueves Santo. Ahora hemos experimentado la resurrección de Jesús y su presencia se hace real en el pan bendito y compartido y en la palabra escuchada que nos llega al corazón. Cada domingo, cada día que se celebra la Eucaristía, se produce el milagro: experimentamos a Jesús vivo. Y salimos al mundo dispuestos a ser testigos del Dios de la Vida, del Dios que vence a la muerte y nos invita a vivir, a relacionarnos con los demás, de una forma nueva. Eso es celebrar la resurrección de Jesús.


Fernando Torres Pérez, cmf
fernandotorresperez@earthlink.net

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