Por José María Martín OSA
1.- Una niña estaba muriendo de una enfermedad de la que su hermano, de 14 años, había logrado recuperarse tiempo atrás. El médico dijo al muchacho:
--Sólo una transfusión de su sangre puede salvar la vida de tu hermana. ¿Estás dispuesto a dársela?".
Los ojos del muchacho reflejaron verdadero pavor por unos instantes, finalmente dijo:
--De acuerdo, doctor, lo haré.
Una hora después de realizar la transfusión, el muchacho preguntó indeciso:
--¿Dígame, doctor, cuando voy a morir?
Sólo entonces comprendió el doctor el momentáneo pavor que había detectado en los ojos del muchacho: creía que, al dar su sangre, iba también a dar la vida por su hermana. El amor a su hermana llevó al muchacho a realizar este gesto heroico. El amor de Jesús por todos nosotros es lo que le llevó a dar su vida. Pero venció a la muerte y su resurrección indica que nosotros debemos dar lo que somos y tenemos por los demás.
2.- Pedro, tras la curación del tullido en la Puerta Hermosa del Templo pronuncia este segundo discurso. Tras la admiración que ha provocado el milagro, proclama la resurrección de Jesús y su papel en la salvación de los hombres. Los que reciben con asombro este signo de curación son invitados por la palabra de Pedro a descubrir su sentido. No basta con saber para salir de la ignorancia. Ellos, por ignorancia, mataron al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Ahora ya lo saben, pero no basta con descubrirlo, es necesario cambiar de actitud para salir de la ignorancia: " arrepentíos y convertíos". Aceptar que el paralítico ha sido curado en nombre de Jesús es aceptar que el resucitado es el Dios de la vida, actúa en la vida y transforma nuestra experiencia por el perdón que sigue al arrepentimiento. A pesar del mal y de la muerte, la vida sigue siendo posible por Cristo resucitado. El discurso de Pedro señala dos ideas fundamentales:
--Jesús, el siervo de Dios crucificado, es autor y dador de vida, el origen y el que nos guía hasta ella porque venció a la muerte con su resurrección.
-- El milagro ha sido realizado porque el enfermo tenía fe en el "nombre de Jesús". La fe es una condición indispensable para gozar de la vida en plenitud.
3.- El evangelio de San Lucas de este domingo es la continuación de la aparición a los discípulos de Emaús. Ellos le reconocieron y volvieron a Jerusalén a contárselo a todos. Reconocieron que "era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón". Pedro fue de los primeros en reconocer al Señor resucitado después de las mujeres que fueron al sepulcro. Hay dos cosas que nos llaman la atención:
-- No basta con que alguien hable de la resurrección, sino que es necesario tener experiencia del resucitado. Esta experiencia es personal e intransferible, poco a poco la van teniendo los discípulos. Cuando recibieron a los dos de Emaús estaban comentando lo que les había sucedido por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Pero ahora Jesús toma de nuevo la iniciativa y se hace presente en medio de los discípulos. La insistencia en que le palpen las manos y los pies es porque quiere demostrarles que El es el mismo que murió en la cruz. Muerte y resurrección van unidas. Se cumplen así las Escrituras: el Mesías padecerá, pero resucitará al tercer día. Comprendemos que dice al tercer día porque para los judíos uno no estaba definitivamente muerto hasta que pasaban tres días del óbito. Así se aseguraban totalmente de que no enterraban a un ser vivo. Sólo entonces procedían a encerrarle definitivamente en el sepulcro.
--Jesús les pide a los discípulos, también a nosotros, que sean testigos de la resurrección, que anuncien la conversión y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén. Testigo es aquél que no sólo ha visto o ha oído, sino que sobre todo ha experimentado algo que ha transformado su vida. Entonces no le queda más remedio que comunicarlo a todos. Podemos preguntarnos: ¿Cómo puedo ser testigo aquí y ahora de la experiencia de Cristo resucitado?
En nuestro tiempo se necesitan testigos antes que maestros. La experiencia de fe no se transmite de memoria o por lo que hemos aprendido en los libros, sólo nuestro testimonio será creíble si lo que decimos lo hemos experimentado antes en nuestra vida. Es un mandato del Señor resucitado dar testimonio de nuestra fe.
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