Rio de Janeiro, 31 de Marzo de 2009
“NUESTRA CASA ES EL MUNDO”
El P. General Adolfo Nicolás acaba de enviar una carta a toda la Compañía sobre la vocación universal del jesuita, destacando así esta dimensión constitutiva de nuestro carisma. La carta había sido ya anunciada en octubre pasado cuando, en otra circular, el nuevo General señalaba como un primer objetivo: “La Compañía necesita tener la libertad de Ignacio para el envío de jesuitas, CUALQUIER JESUITA a cualquier parte del mundo para misiones importantes”. Las mayúsculas son suyas y la oportunidad del tema también.
La carta es breve y directa. Fundamenta “una conciencia renovada de nuestra vocación universal” en la relectura de nuestros orígenes y de nuestra historia hecha por la reciente CG 35. Retoma la conciencia del carácter global de muchos de los problemas actuales, la implicación de la Compañía en cada vez más redes y proyectos supranacionales e interprovinciales y la necesidad de fortalecer la colaboración “con tantas personas de buena voluntad y buen corazón, con excelente formación, capacitación y recursos para una planificación conjunta y trabajo en redes internacionales”. Finalmente, la carta extrae las consecuencias para el gobierno y para la formación. Es una circular dirigida a los jesuitas pero es claro que sólo puede tener vigencia si incorpora también a nuestros colaboradores en la misión.
La carta refleja el espíritu de la CG 35 y nos impulsa a una nueva fase de su “recepción”. Ya pasó el primer momento de la comunicación de la “experiencia” y de la asimilación más sosegada en el contexto de Ejercicios o de reuniones de provincia. Se trata ahora de pasar a las decisiones que van a concretar cada uno de los temas principales de la Congregación, comenzando por éste de la universalidad. En este sentido, esta comunicación es un verdadero desafío a cada uno de nosotros a vivir a la altura de la vocación a la que hemos sido llamados. ¿Qué puede ayudarnos para ello?
Calidad espiritual que, retomando el sueño de los primeros compañeros, nos permita crecer en disponibilidad para la misión universal. La Compañía no podrá avanzar en este punto si cada jesuita no se encuentra convencido de que este tema le toca personalmente. El P. Nicolás incluye en su carta el testimonio de un jesuita de “avanzada edad y vacilante salud” en lo que podría parecer una imagen de la Compañía en varias áreas del mundo. Éste dice: “Confieso que recibir esta misión para una frontera desconocida me asusta pero la acepto con mucho gusto porque toca algo muy profundo de mi identidad como jesuita”. El P. General expresa que la respuesta le resultó estimulante y la presenta como “el mejor resumen” de su carta. La invitación a crecer en este aspecto es para todos: seamos jóvenes o mayores, sanos o de “vacilante salud” podemos ser llamados a servir en fronteras desconocidas.
Debemos comunicar la gracia de la universalidad de nuestra misión. Ésta no es un bonito enunciado -ahora actualizado por la CG 35- sino la experiencia de muchos compañeros que dejaron patria, cultura, familia y raíces propias para “inculturarse” de verdad en otra patria, familia, cultura en las que han echado nuevas raíces. Nuestras provincias están llenas de estos compañeros siempre jóvenes. Su vida muestra que inculturación y disponibilidad para partir no se contraponen. Por el contrario, en la mayoría el balance es de ganancia: nuevos amigos, corazón más amplio, apertura a horizontes culturales diferentes compensan con mucho el dolor de las pérdidas. Y preparan para partir a nuevas misiones, si fuera el caso.
Audacia para repensar estilos de gobierno. La carta indica, para ello, tres criterios: flexibilidad y agilidad, excelencia y administración responsable, disposición para compartir recursos. Se apuntan también medidas concretas. La más precisa anima a los Provinciales a destinar entre el 10 y el 25 % de sus miembros “dotados de talento o de cualidades espirituales para enriquecer las partes más necesitadas de nuestro mundo” para ir allí donde se les requiera. En este punto, la CPAL había ya adelantado dos áreas prioritarias que, ante este nuevo llamado, vuelven a adquirir vigencia: el apoyo a la región cubana y a la Amazonía. Es el momento también para mirar a otros continentes y reforzar los vínculos con África, una de nuestras preferencias apostólicas.
En esta revisión del gobierno entra asimismo la necesaria reestructuración de las actuales provincias y regiones a fin de hacerlas viables. Unidades pequeñas en número no tienen los recursos que pueden ser destinados al servicio de la Compañía universal. Se está iniciando un proceso interesante que nos va a llevar relativamente pronto a un nuevo mapa de la Compañía en América Latina y en el mundo. Argentina y Uruguay caminan hacia la creación de una nueva provincia en el 2010; siete unidades diferentes en el Caribe acaban de anunciar el “proyecto Caribe” que las debe llevar a una misión común en el área; las provincias de Brasil aúnan planes apostólicos y se encaminan a uno común. En otras áreas: las actuales cinco provincias españolas se reunirán en una única provincia que abarque todo el estado español el 2016. Y en USA, las actuales diez provincias se convertirán gradualmente en cinco. Esta reestructuración ayudará a la universalidad de la misión siempre que no se caiga en un nuevo “provincialismo”, principal causa de su debilitamiento. Las nuevas provincias deben situarse en el horizonte de una Compañía que es siempre mayor y que busca servir las nuevas fronteras de la Iglesia y de la sociedad.
Debemos asimismo cambiar los hábitos para abrirnos a nuevos horizontes. En ese contexto la carta menciona: la colaboración con otros, la planificación y el trabajo en red. Otras posibilidades pueden también avizorarse para el futuro: equipos y comunidades interprovinciales, proyectos comunes inter-Conferencias, redes de colaboradores en vistas a mayor incidencia. Es sólo echar a andar la imaginación y la audacia.
La carta concluye señalando consecuencias para la formación. Para la CPAL, que acaba de acordar la constitución de centros interprovinciales de formación, este apartado resulta muy oportuno. “Los que están en formación –dice- han de ser preparados para esta conciencia de nuestra misión universal”, como actitud permanente y en disponibilidad constante para “misiones difíciles”.
La carta alienta a que los jesuitas cumplan una parte de su formación en el extranjero, reforzando lo que la CPAL había acordado en su XVI Asamblea en Santo Domingo. Los nuevos centros interprovinciales serán, sin duda, la escuela más apropiada para esta nueva frontera. Pero no hay que dejar este objetivo sólo a la etapa de teología. La CPAL tiene en agenda el tema de juniorados y filosofados interprovinciales mientras se va avanzando en la constitución de noviciados comunes. El programa “maestrillos sin fronteras” sigue vigente y esta carta ayudará a recordarlo.
Se insiste también en otros dos temas: el aprendizaje de las lenguas extranjeras más usadas “por motivos apostólicos y no simplemente por limitados intereses personales”, mencionándose el inglés, el chino y el español. Finalmente, la carta insiste en una “intensa” formación básica combinada con una adecuada y variada especialización que haga a todo jesuita “excepcionalmente bueno `en algo`”. Una formación de calidad, “con profundidad de corazón y amplitud de mente”.
Se trata, por tanto, de prepararnos adecuadamente para vivir en este mundo global aquello que decía Jerónimo Nadal en los años fundacionales de nuestra Compañía: “el mundo es nuestra casa”. Esta frase reaparece significativamente en el decreto 2, nº 23, de la CG 35, orientado a redescubrir y reformular nuestro carisma. Lo nuestro, lo sabemos, es “discurrir” con la cabeza… y con los pies. Eso no se improvisa; se madura lentamente en la vida espiritual, en la formación, en la convivencia cotidiana con compañeros de otras procedencias y en una planificación realizada con audacia apostólica. La carta del P. Adolfo Nicolás tiene la virtud de recordarnos algo muy propio autenticado, por lo demás, desde su propio testimonio personal. Nos toca ahora recibirla, como parte de la secuela de la CG35, en cada uno de nosotros y en espíritu de disponibilidad.
Ernesto Cavassa, S.J.
CPAL
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