Tomado de La Vanguardia - Lunes 28 de Febrero del 2011
Cuenta el poeta persa Farid al-Din Attarque hace muchos años, en una pequeña aldea, vivía un joven muy curioso que tenía muchas ganas de aprender. Su búsqueda le llevó ante un sabio muy respetado que vivía en la montaña, y en cuanto le tuvo delante, le preguntó:
Cuenta el poeta persa Farid al-Din Attarque hace muchos años, en una pequeña aldea, vivía un joven muy curioso que tenía muchas ganas de aprender. Su búsqueda le llevó ante un sabio muy respetado que vivía en la montaña, y en cuanto le tuvo delante, le preguntó:
- "Maestro, ¿cuál es el mayor obstáculo que un hombre tiene que vencer para avanzar en su camino hacia la libertad y la sabiduría?"
El sabio, impasible, le respondió:
- "Él mismo. Su falsa concepción de identidad es el obstá-culo más difícil de salvar". Cuando el joven le preguntó cómo había llegado a esa conclusión, el sabio anciano contestó:
"Un día, paseando por el bosque, vi a un perro que se moría de sed estando en la misma orilla del río. Me detuve a observar, y descubrí que el animal veía en el agua su propio reflejo y lo tomaba por otro perro. Ladraba y luego escapaba sin haber bebido, temeroso ante la imagen de ese otro perro que le estaba mostrando sus afilados colmillos. Así estuvo durante varias horas. Al final, sin embargo, la sed le hizo perder toda la prudencia y se lanzó al agua. En ese mismo instante, el otro perro, que era su obstáculo, desapareció".
Ciudad Redonda
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