Hoy, 25 de febrero, la iglesia recuerda al BEATO SEBASTIN APARICIO quien muriera en un día como hoy del año 1600 en Puebla, México. Oriundo de Gudiña, en Galicia, España, fue hermano lego en la Orden franciscana. En 1789 el Papa Pío VI le dio el honor de los altares declarándolo beato.
Hoy, 25 de febrero, la Iglesia latinoamericana se llena de júbilo al conmemorar el nacimiento para el cielo de la BEATA MARIA LUDOVICA DE LOS ANGELES, quien descansara en el Señor, también en un día como hoy, pero del año 1965, en Buenos Aires, Argentina. Oriunda del Abruzzo, Italia, fue religiosa de la Congregación de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia. En el año 2004 el Papa Juan Pablo II le dio el honor de los altares declarándola beata. Sus reliquias fueron trasladadas a la Catedral de La Plata el 6 de noviembre del 2004.
Hoy, 25 de febrero, la Iglesia latinoamericana se llena de júbilo al conmemorar el nacimiento para el cielo de SANTO TORIBIO ROMO GONZALEZ quien muriera fusilado por odio a la fe católica, en un día como hoy del año 1928 en Aguascalientes, Tequila, México. Juan Pablo II en el año jubilar 2000, le inscribió en el catálogo de los Santos junto con otros 24 compañeros mártires mexicanos.
Meditación
QUERIDO BEATO SEBASTIN APARICIO: Recordar tu vida, es ver al pastorcito que vivió su infancia en un hogar humilde y piadoso, trabajando en el campo y sirviendo en la casa de un noble. Pero llegado a la juventud partes para México, en donde trabajas de carpintero y labrador. A fuerza constancia y tesón, logras hacer un poco de dinero con el que pones un servicio de transportes de mercancías con carretas tiradas por bueyes. Eran las primeras en México. Luego formas una empresa para la construcción de caminos y así, poco a poco, tu situación económica fue mejorando, pero tu estilo de vida continuó siendo el mismo, austero, sencillo, sensible a las necesidades de la gente pobre. Más tarde contraes matrimonio enviudando dos veces, y a la muerte de tu segunda esposa, sientes el llamado de Dios a dar un nuevo paso, pero este definitivo: ingresas a la tercera orden de San Francisco. Aquí muy pronto te distingues por tu vocación de servicio, gran devoción a la Virgen y por los carismas especiales que Dios te concedió: con solo mirar a las personas descubrías su interioridad, los animales con solo oír tu voz, se calmaban. A los 96 años volaste a la eternidad, cargado de miles de actos de generosidad y humilde y sencillo como cuando niño
Radio Vaticano
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