El filósofo y uno de los principales acusadores de Karadima explica en esta columna por qué la sentencia del Vaticano declarando a Fernando Karadima culpable de abusos “es uno de esos actos que modifican el sentido del pasado y reorienta el futuro. No es un acto de magia que transforma lo doloroso del pasado en algo grato o indiferente, sino la posibilidad de una reconciliación con el pasado, es decir, de hacer justicia (volver a ajustar desajustes del pasado)”.
Para la termodinámica el tiempo es irreversible, pero existencialmente esto no es tan así. Hay ciertas acciones que logran entrar en el pasado, en la historia, y modificarlos. No se pueden cambiar los hechos del pasado, pero sí se puede cambiar su sentido, y el sentido de los hechos es más importante que los hechos mismos. Así, cuando algo hace que el sentido del pasado cambie, es la historia misma la que cambia, y es a partir de la historia como se orienta el futuro.
La sentencia del Vaticano declarando a Fernando Karadima como culpable de abusos es uno de esos actos que modifican el sentido del pasado y reorienta el futuro. No es un acto de magia que transforma lo doloroso del pasado en algo grato, o indiferente, sino la posibilidad de una reconciliación con el pasado, es decir, de hacer justicia (volver a ajustar desajustes del pasado).
Pero la historia también puede ser modificada en otro sentido. Al que ha sido víctima de un abuso, de una agresión, de una injusticia, se le puede considerar responsable, culpable o cómplice de esa agresión sufrida. Es la estrategia más común y efectiva que tiene un abusador para quedar impune y continuar con sus actos. El hecho mismo de la agresión, en sí, es generalmente tan traumático, que se vuelve algo confuso en la memoria, y esta confusión se vuelve a favor del agresor. En caso una acusación, entonces, el agresor puede convencer a otros de que el que acusa está confundido, se contradice, es un loco, su voz no vale, “algún trauma o frustración lo habrá confundido y quedó así, sin capacidad para la verdad”. La víctima, además de la confusión interior de la agresión, de la duda inicial, de la culpa, será silenciada o ignorada por las autoridades. Incluso se la puede culpar a ella de querer ensuciar la imagen del supuesto agresor. En otros casos, a la víctima se la puede culpar de haber tentado, seducido al agresor. Por testimonios que me han llegado, me consta que hay incluso psicólogos que caen en este esquema, culpabilizando a las víctimas de la agresión que sufrieron.
La reivindicación, en cambio, es la recuperación de una verdad que, por confusión, trauma, vergüenza, injusticia, había sido perdida, interrumpida, robada. La reivindicación devuelve el sentido de la historia y orienta el futuro desde esta verdad.
En el proceso contra Karadima algunos hemos vivido esta lucha por la reivindicación de la verdad. Así, en sentido estricto, no se trata de una lucha “contra” Karadima, sino contra los poderes que intentan ocultar, robar, eliminar, suspender la verdad recuperada. El triunfo no es la derrota de una persona, sino la reivindicación de la propia verdad, la recuperación de la Historia.
*José Andrés Muriilo, es Doctor en filosofía y ciencias políticas, magister en sociología del poder. Fue uno de los que denunció al sacerdote Fernando Karadima por abuso sexual.
CIPER
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