Me refiero a los comienzos de la Eucaristía: los llamados “ritos iniciales”. Y más concretamente al “acto penitencial”. Es muy frecuente (demasiado frecuente y generalizado) que un buen número de personas lleguen tarde a la celebración, con lo cual no suelen participar en ese acto de perdón. No se le da importancia. Suele ser bastante breve, y como un pequeño aperitivo antes de la liturgia de la Palabra. Y ni debe ser tan breve, ni se le puede negar la importancia que tiene.
Prepararse a la celebración de la Eucaristía, recibiendo el perdón de nuestras faltas, parece algo elemental. No estaría bien ir a la celebración, vestidos de harapos y sucios. Menos aún presentarnos con nuestras faltas de la semana, que es seguro que no faltarán. Creo que es un buen comienzo y preparación para la celebración. Y es una pena que muchas personas, habitualmente prescindan de ello.
Por otra parte, creo que el llegar tarde a la Eucaristía es una falta de respeto al resto de la asamblea. Se distrae con el ir y venir; y también, y ello es más importante, supone una falta de respeto y estima a la Eucaristía, que no empieza en las lecturas, sino en el saludo del presbítero.
Recordemos aquel mandamiento de la Iglesia, que estudiábamos en el catecismo, que decía:”oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”. Lo de “oír” no es acertado, pero lo de “misa entera” sí que lo es.
Volviendo a los ritos iniciales de la Eucaristía, los considero importantes porque son como la obertura de una gran sinfonía, preparan el resto de la celebración, nos disponen el corazón a acoger las dos grandes “mesas”, la de la Palabra y la de la plegaria eucarística. Nadie, si no es un insensato o mal educado, se permite llegar tarde a un concierto. Y cuando la gente llega tarde al cine, nos molesta porque altera la atención que prestamos al film. Y mucho menos se atreve nadie a llegar tarde a un banquete, si ha sido invitado. Todos sabemos lo importante y necesario que es prepararse bien a un gran acontecimiento. Al no celebrar el acto penitencial, le privamos a Dios de ejercer su misericordia y su perdón. Y nos privamos nosotros de la alegría de sabernos perdonados por nuestro Padre. ¡Dos pérdidas importantes!
No es la asamblea ni el presidente de la misma quien tiene que esperarnos a nosotros; al contrario. Incluso, llegar unos minutos antes es señal de deferencia, y un momento bueno para disponer nuestro corazón a escuchar la Palabra de Dios y recibir su cuerpo y sangre. A veces venimos un tanto agitados físicamente por el desploazamiento, y más agitados aún por los problemas personales, familiares o sociales, que seguimos llevando en la mente; y es bueno tener un momento de reposo y serenidad, para que no nos sigan ocupando la mente durante la celebración.
En definitiva: Los comienzos también son importantes.
Corazones en red
SS. CC.
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