Túnez, Egipto, Libia.... La cosa está clara: cada día que pasa, las gentes de nuestro mundo, de nuestro tiempo, y de la cultura que se va imponiendo, soportamos menos la represión (y sobre todo la privación) de la libertad.
Esto quiere decir que los poderes absolutos tendrán menos posibilidades de subsistir y, por tanto, de seguir imponiendo la dominación en cualquiera de sus formas y sean cuales sean los argumentos sobre los que pretendan sustentarse. Hoy es impensable la esclavitud legalizada, la inquisición legalizada, la monarquía ilimitada legalizada y tantas otras formas “legales” de someter a la gente.
El problema más patente que todo esto conlleva es que los procedimientos de dominación y sometimiento han alcanzado formas tan refinadamente disimuladas de imponerse y obligar a que la gente haga lo que no querría hacer, que la enorme mayoría de los ciudadanos pensamos que somos libres cuando en realidad no lo somos. Esto sería largo de analizar.
Pero con lo dicho basta para dar que pensar a más de uno. Y quiero destacar que, al decir esto, me parece que estoy tocando uno de los problemas más graves que tenemos planteados en este momento.
Y el otro problema, que todos tenemos ante la apremiante tarea de la libertad, está en el miedo. O mejor dicho, en los muchos miedos que sentimos ante lo que es y lo que exige la libertad. Sí - hay que decirlo - la libertad nos da miedo. Por eso queremos gobernantes que nos sometan, líderes que nos sometan, directores, superiores, rectores, sacerdotes, papas... hombres de “autoridad” a los que entregar nuestra libertad. También en esto hay que pensar. Y pensar mucho.
Para terminar, una aclaración. Hay mucha gente que quiere libertad sin límites. Lo que es lo mismo que optar por el libertinaje y la desvergüenza en todos los sentidos posibles y todas sus manifestaciones. Una libertad así, es evidentemente un peligro grave, muy grave. Por eso, la propuesta que cabe hacer es que la libertad es admisible en la medida, y sólo en la medida, en que se trata de una libertad al servicio de la misericordia, de la dignidad, de la humanidad y de la felicidad de los seres humanos. Cuando optamos por la libertad al servicio de la dignidad humana, hacemos lo más abnegado y también lo más fecundo para que este mundo y esta vida resulten una auténtica e inagotable fuente de felicidad y de bien.
Quiero acabar este post recordando a los numerosos visitantes y amigos de nuestro blog que he encontrado en Mexico. Para ellos mi gratitud más sincera. Con una profunda admiración.
José María Castillo
Teología sin censura
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