Veo la tele, oigo la radio, leo los periódicos y percibo detrás de las noticias un secreto masoquismo. Es cierto que todos los manuales de periodismo explican que noticia es lo que rompe la normalidad, “el hombre que muerde al perro” y no viceversa. Pero enciendes la pantalla, y la guerra, el disturbio, el asesinato, la violencia de género, la sangre, la muerte y el dolor sobrenadan encima de todo lo demás. O nos anuncian nuevas crisis, prohibiciones, regodeo de los famosos en sus desgracias y desavenencias.
Recuerdo la historia de un Maestro que insistía en que una de las principales causas infelicidad en el mundo es el secreto placer que las personas experimentan en sentirse miserables.
Y refería el caso de un amigo suyo que le dijo a su mujer:
-¿Por qué no sales y te diviertes, querida?
Ella le respondió irritada:
-Sabes perfectamente, querido, que nunca disfruto divirtiéndome.
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También los creyentes hemos puesto muchas veces el acento en el pecado, la penitencia, el dolor, donde más que el arrepentimiento y el sentirse perdonado, puede la autoflagelación.
Conocí una señora que se confesaba continuamente de una culpa de juventud. Le pregunté:
-Señora, ¿por qué insiste siempre en aquel pecado?
-Porque tengo santo temor de Dios.
-Me parece, señora, que en vez de Dios, usted se mira a sí misma. Ese no es el Dios del Evangelio.
La felicidad comienza donde termina el pequeño yo.
Pedro Miguel Lamet sj
El alegre cansancio
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