Tuesday, April 24, 2012

Algo para pensar y orar en esta semana

La evidencia de la Resurrección de Jesús es persuasiva; pero no abrumadora. No puede ser demostrada o refutada científicamente. Los discípulos tenían que tomar una decisión personal, como jurados de un tribunal enfrentados a pocas evidencias. Fueron capaces de entregar argumentos sólidos por su fe; pero, más importante, fueron transformados de tal manera que entregaros sus vidas para poder compartir la Buena Nueva con un mundo incrédulo. El cambio de los discípulos, de cobardes a comprometidos, es imposible de desacreditar por la perspectiva de la historia. Aunque no llegaron a comprender totalmente el mensaje – era demasiado – ellos creyeron, porque se habían encontrado con Él, que su Maestro había en realidad resucitado, y resucitado por ellos y por todos nosotros.

 Las razones para creer en lo sucedido eran, para ellos, convincentes, y fueron justificadas, una y otra vez, por lo que les sucedió cuando vivieron su Fe. El convencimiento fue creciendo con el éxito que tuvieron, como nos sucede a los humanos. Lean los Hechos de los Apóstoles con esta perspectiva. Sucedieron cosas asombrosas. Las personas los escuchaban y se convertían. Una verdadera comunidad fue naciendo. Los enfermos eran sanados y las puertas de las prisiones se abrían. Su peor enemigo, Saúl, fue conquistado… La alegría, la esperanza y la energía los inundaba, a medida que más y más personas creían en la Buena Nueva.

 La historia de la Cristiandad tiene períodos maravillosos, y también espantosos. El aspecto agraciado nos muestra que, para aquellos que creyeron realmente que Jesús había resucitado, todo cambiaba y se volvía nuevo. La esperanza reemplazaba al cinismo y al desconsuelo. La tristeza de la existencia comienza a latir con el misterio divino. El amor divino reemplaza al odio y la violencia, y unas relaciones auténticas unen a un mundo fracturado. Lo que tiene sentido reemplaza lo que es inútil, y los débiles llevan a cabo tareas humanamente imposibles. La vida se llena de vívidos colores, y todo se vuelve importante, especialmente las personas. ¿Porqué somos importantes? Porque la Buena Nueva es que todos nosotros y nosotras somos hijos e hijas de la Resurrección, y debemos tratarnos como corresponde a esa realidad.

 Espacio Sagrado

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