El padre jesuita José Llompart fallece en Japón a los 82 años

El funeral en memoria de este prestigioso profesor de Derecho será el miércoles en Nuestra Señora de Montesión

ROSA FERRIOL. PALMA El jesuita mallorquín José Llompart Verd (Palma, 1930) ha fallecido a los 82 años en Japón, destino al que se embarcó con 24 años y al que ha llegado a "querer con toda su alma", eso sí, sin olvidar a su querida Mallorca. El padre Llompart dedicó su carrera a la misión y a la docencia impartiendo clases durante 32 años en la Universidad Sophia de Tokyo. Autor de numerosos libros y artículos, este misionero es licenciado en Filosofía y Teología. Su extenso currículum no termina aquí. Es doctor en Filosofía del Derecho y Derecho Penal y jurídico por la Universidad de Bonn. En pocas palabras, su dilatada carrera en la isla nipona discurrió dentro de un auténtico triángulo formado por la misión, la educación y la ciencia. El funeral en memoria de este reconocido jesuita es hoy en Tokyo, en Palma será el próximo miércoles a las 20 horas en la parroquia Nuestra Señora de Montesión.

A los 11 años, José Llompart ya sabía que quería ser sacerdote, jesuita y misionero. Fue un joven de vocación religiosa muy firme. En varias entrevistas, se definía como "sacerdote, jesuita y misionero, con una pasión importante por la docencia del Derecho y la escritura". Y decidió compartir su vida misionera con el Derecho por consejo del padre Arrupe cuando era superior de los jesuitas. Con talante de misionero, a los 24 años le dieron a elegir entre Latinoamérica y Japón. "Eligió Japón porque sabía que hacían falta misioneros", relató ayer su hermana Maria Rosa, afligida por la pérdida. Contó cómo fue su primer viaje hacia la isla nipona:"Fue un viaje en barco que duró 30 días. Estaba convencido de que no regresaría a Mallorca". Por suerte, sus visitas a la isla que le vio nacer fueron mucho más frecuentes de lo que se pensaban en 1954 cuando zarpó rumbo a Japón.

Visitas a Montesión

De hecho, el padre Nicolau Pons explicó que este misionero desaparecido solía acudir a menudo a la isla junto a estudiantes nipones. Se alojaban en la sede de Palma del colegio de Montesión. "Era un estímulo para nosotros", afirmó. Asimismo, la revista Jesuïtes vuelve a publicar en su edición de mayo el último artículo que el padre Llompart escribió en Navidad, donde relataba una visita muy especial con motivo de las bodas de oro de su ordenación sacerdotal a su hermana Francisca y su sobrino José Luis. Y es que este reconocido misionero y antiguo alumno de Montesión colaboraba con esta publicación. De hecho, su hermana Francisca ha viajado a la capital nipona para asistir al funeral del padre Llompart, cuyos restos descansarán en este país por deseo expreso del desaparecido.

A este jesuita mallorquín le resultaban fáciles los idiomas imposibles para la mayoría de ciudadanos. Es autor de unos 30 libros en japonés, publicaciones especializadas en Derecho Penal y Jurídico. Entre otros, Filosofía del Derecho o Ética y Derecho. La teoría y la práctica. Además fue coeditor de unos 26 libros y publicó unos 148 artículos sobre esta materia. También escribió cuatro libros en castellano: Prudencia, humor y amor; Reír y pensar, pensar y reír; Católicos y protestantes y Lo aprendí en Japón. Su legado también deja tres libros en alemán y otro en inglés.

Sus familiares relataron ayer que una de sus luchas constantes fue la abolición de la pena de muerte en Japón. De hecho, sus allegados remarcaron que murió feliz porque a lo largo de los últimos dos años no habían ejecutado a nadie. Era un gran apasionado de la escritura. Precisamente su último artículo fue sobre este tema. El padre Pons lo definió como una persona alegre y muy mallorquinista. Explicó que en algunos artículos comparaba frases mallorquinas con frases japonesas. E, incluso, llevó las Rondaies mallorquines de´n Jordi des Racó hasta la isla nipona. Así, escribió para su público japonés algunos de estos cuentos llenos de gracia e imaginación como Na Magraneta o En Juanet de sa gerra. El pasado sábado, 21 de abril, su sabiduría, su alegría y su bondad se apagaron para siempre.

Diario de Mallorca