Un profesor de física me explicó una vez, en una forma sencilla, lo que eran los electrones. Recalcó que, tal como la conocemos, nuestra realidad está interconectada en forma maravillosa. Dos electrones, cada uno a un extremo opuesto del universo, pueden vibrar sincronizados! Me dijo: “Lo cierto es que no podemos comprender nada por sí mismo; sólo a través de su capacidad de relacionarse. Todo está, es cierta forma, en contacto con todo lo demás. Y todos nosotros estamos vinculados con todos los demás, los del pasado, del presente y del futuro. Esto significa que sólo cuando el último de nosotros haya sido reunido, entonces conoceremos la historia completa de la raza humana. Piensa en la historia un poco como un chiste cósmico: mientras el chiste se cuenta, los oyentes están intrigados. No saben cómo será el final del cuento. Sólo cuando conocen el desenlace, lo entienden y se ríen”.
Así pues, es con nuestra historia: debemos tener paciencia. Dios en realidad existe; pero también existe el mal espantoso. Dios trabaja en el seno de lo que es malo, para sacar lo bueno que tiene. Vemos esto en esta Pasión, con los ojos de nuestra Fe. Lo que era lo peor de un viernes, se convierte en un Viernes Santo, sólo por el Amor involucrado. Este Amor cruza la espiral descendente del mal, del pecado y de la muerte, para abrirnos el mundo de Dios, un nuevo mundo de libertad y amor. Y al final veremos cómo el amor ha transformado toda la tristeza, el dolor y la tragedia de nuestra historia. Sólo entonces comenzará la risa, la más pura y liberadora risa que existe. Esta risa será liderada por la Santísima Trinidad, que siempre quiso que todo terminara bien, y que trabajó arduamente para que así resultara. “Felices ustedes, los que lloran, porque reirán”. (Lucas 6:21).
Texto: Espacio sagrado
Fotografía: Roberto Bravo Vidal
Fotografía: Roberto Bravo Vidal
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