Wednesday, April 25, 2012

El jesuita de las matemáticas



Su nombramiento como rector de la recién inaugurada escuela de Mesina, en 1548 dio un giro a su carrera. Hasta entonces, para Jerónimo Nadal las matemáticas habían sido sólo parte de su formación. Fue entonces cuando, a través del plan de estudios de su Ratio Studiorum, adquirieron un papel fundamental en el sistema educativo jesuita. Tanto que aquella ciencia sería la base racional para el conocimiento.
Nació en Palma en agosto de 1507, en el seno de una familia acomodada que le permitió una educación casi privilegiada. Vivió en la Isla hasta los 20 años cuando acabó sus estudios medios. Después, se trasladó a la Universidad de Alcalá de Henares, donde cursaría el Bachillerato en Artes, pero sería en la Universidad de La Sorbona donde finalmente obtendría su título.
En 1532 y en un París que presumía de tener la universidad más célebre del momento, las matemáticas llegaron a su vida. Era apenas una asignatura más, como la teología, pero Jeroni Nadal se convertiría luego en lector de dicha materia en el centro. Allí conocería también al que después sería San Ignacio de Loyola. Un personaje que acabaría por cobrar gran importancia en su vida. La siguiente década sería muy convulsa para el mallorquín.
El ataque de Carlos V a Francia le obligó a abandonar París en 1536. Aviñón fue el refugio en el que pudo culminar su doctorado en Teología. Sólo dos años después regresaría a Mallorca para, entre otros proyectos, colaborar en la creación de la primera escuela para niñas. Pero en 1545 dejaría la Isla para no volver nunca más.
Pasaría muy poco tiempo hasta que Nadal ingresara en los jesuitas. Aquella decisión marcaría su futuro. En 1547 el virrey de Sicilia e Ignacio de Loyola decidían instaurar una escuela de la compañía en la ciudad de Mesina. El mallorquín fue elegido como el mejor candidato para rector y organizador de la nueva escuela, que comenzaba sus cursos en 1548 con más de 100 alumnos.
Mesina fue, para los jesuitas, un laboratorio pedagógico. La escuela rompía con la tradición medieval para introducir una didáctica de inspiración humanística. El modus parisiensis, que Ignacio de Loyola y el propio Nadal habían conocido en primera persona, fue la clave para el cambio. Una enseñanza con disciplina rigurosa, determinada hasta el más mínimo detalle y en la que las lecciones iban seguidas de ejercicios escolásticos.
La opinión generalizada era que aquel método, perfectamente definido y con prácticamente nada dejado al azar, daba grandes resultados. Los estudiantes se distribuían en clases según su grado de conocimiento, y el paso a un nivel superior dependía de un severo examen. En 1552, el mallorquín recopilaba por escrito todas las reglas de la escuela impresas como la Ratio Studiorum Collegii Romani.
«Gracias a Jerónimo Nadal, las matemáticas tienen en el sistema educativo jesuita, desde el primer momento, un papel relevante». Es una afirmación del Diccionario Histórico de la compañía de Jesús, de Charles E. O’Neill y Joaquín María Domínguez. Además del cargo de rector –que ostentaría hasta 1552– el mallorquín había pasado a ser profesor de dicha asignatura en Mesina. Los jesuitas, y sus escuelas en toda Europa, se convertían en impulsores de aquella ciencia.
«En 1599, por influencia de Nadal, se hizo la redacción definitiva de la Ratio Studiorum en la que ya se decía que los estudiantes debían oír matemáticas durante un año», apunta el padre Joan Nadal, autor de Jeroni Nadal Morey, la seva vida i el seu influx en la cultura europea del segle XVI. Pero, mucho antes, habían inspirado las Constituciones de Ignacio de Loyola.
Bajo aquel título recogía las leyes de la orden jesuita. En ellas se establecía que en las Artes se tratara a las matemáticas, además de la física o la lógica, «con la moderación que conviene con el fin que se pretenden». El mallorquín, y otros autores como Baltasar Torres, habían planteado esta ciencia como soporte de la filosofía natural, una base racional «para el empirismo aristótelico». Con Jerónimo Nadal, las matemáticas que llegaron a la escuela de Mesina iban más allá de la geometría, la aritmética y el álgebra. Incluía, también, las llamadas ciencias mixtas, como la astronomía o la óptica. Un terremoto acabó con el colegio en 1908 pero el plan de estudios sobrevivió en muchas centurias al mallorquín, fallecido en 1580. «Estuvo vigente prácticamente hasta el siglo XIX, cuando los estados impusieron sus programas», señala el religioso.
El Mundo

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