“LO SENTIMOS MUCHO. NOS HEMOS EQUIVOCADO Y NO VOLVERÁ A OCURRIR”
PEPE LAGUNA, pepe.laguna@yahoo.es
PARLA (MADRID).
PARLA (MADRID).
ECLESALIA, 23/04/12.- Lo que ha indignado a media España no es que un señor que gana 292.752 euros anuales decidiera disfrutar de sus aficiones cinegéticas. Unos se divierten cazando jabalís en Iruecha en los campos de Soria y otros –con más posibles- lo hacen matando elefantes en Botswana en la selva africana.
Lo que indignó a los españoles es que en un país con más de cinco millones de parados y con el 22% de las familias por debajo del umbral de la pobreza, su hermano mayor, el Rey, se fuese de fiesta mientras el resto de la familia lloraba en un funeral. No fue una “indignación contable” sino ética.
Lo que la indignación ética ha puesto sobre la mesa es el hilo de Ariadna que anuda la pobreza de muchos con la riqueza de unos pocos. Una relación perversa que los Padres de la Iglesia ya denunciaban hace veinte siglos: “El rico Epulón no cometió una injusticia con Lázaro, puesto que no le quitó sus bienes. Su pecado fue no darle parte de lo “propio” […] Los bienes y las riquezas pertenecen al Señor, sea cual sea la fuente de donde los hemos recogido… Y si el Señor te ha concedido tener más que otros, no ha sido para que lo gastes en amantes y borracheras, en banquetes y vestidos lujosos o en cualquier otro despilfarro. Ha sido para que lo distribuyas entre lo necesitan” (San Juan Crisóstomo). Un pecado estructural que los teólogos de la liberación han evidenciado una y mil veces: “Aunque por hipótesis la coexistencia de ricos y pobres no se debiese a la injusticia, el hecho de esa coexistencia en sí misma expresa una monumental debacle y un fundamental fracaso de la familia humana” (Jon Sobrino). El mismo grito de indignación que los catorce millones de personas que sufren hambruna en el Cuerno de África llevan lanzándonos al norte opulento desde hace décadas.
En estos días inciertos en los que los problemas contables generados por la avaricia de cuatro Epulones derivan en la amnistía fiscal para los ladrones y en el recorte del 50% del presupuesto de Cooperación al Desarrollo, deberíamos mirar a la cara de los niños somalíes y reconocer –rojos de vergüenza- que “lo sentimos mucho; que nos hemos equivocado y que no volverá a ocurrir”.
Eclesalia
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