La Conferencia episcopal de los Estados Unidos declara públicamente su posición contra un ataque preventivo
GIACOMO GALEAZZICIUDAD DEL VATICANO
Según los obispos estadounidenses, en lugar de frenar el programa nuclear de Teherán, un ataque causaría una serie de efectos negativos muy graves: desestabilizaría aún más el área, provocaría la muerte de civiles inocentes y favorecería la carrera armamentística mundial. La contrariedad del episcopado norteamericano concuerda perfectamente con la opinión de la Santa Sede. La «Radio Vaticana» ha destacado el peligro de una acción armada contra Teherán, entrevistando a Giorgio Alba, experto en materia nuclear de la Red Italiana para el Desarme: «Un ataque a un País como Irán, sería una violación de la Carta de la ONU, que condena los ataques y las agresiones. En cualquier caso se debería ocupar de la cuestión el Consejo de seguridad de las Naciones Unidas que, eventualmente, podría autorizar la opción militar». Prácticamente, la Santa Sede y los obispos estadounidenses comparten la opinión de la China contra el raid. Según el gobierno de Pequín, un ataque contra Irán provocaría una represalia devastadora que desestabilizaría toda la región y destruiría la recuperación económica global, por ello, la comunidad internacional debería evitar, cueste lo que cueste, que explote el conflicto.
Los cristianos, junto con los zoroastrianos y los hebreos, según el artículo 13 de la actual Constitución israelí, tienen la libertad de profesar libremente su propia fe, en el ámbito de las leyes islámicas. La condición real, sin embargo, es muy distinta. La intervención de la iglesia católica americana ha sido muy puntual y ha llegado en un momento particular, en el que todos candidatos republicanos a la presidencia del 2012 hablan, con franqueza, sobre el ataque contra Irán pero, para conseguir el voto de los hebreos en las próximas elecciones y el mismo Obama necesita dichos votos para ganar por lo que, lógicamente, toda la política americana se encuentra bajo el chantaje de los hebreos por esta cuestión, al igual que el mundo entero. El movimiento pacifista católico americano, obviamente, va más allá de las jerarquías. Es un movimiento que rechaza las convicciones, de muchos americanos, de que los Estados Unidos sean la más perfectaencarnación del mundo de virtudes civiles, con una misión divina de guiar al mundo hacia una “pax americana” de paz, justicia y prosperidad. Esta visión, difundida por muchos políticos, incluidas figuras clave de la administración actual de Washington, adopta una imagen bíblica para representar a los americanos como “elegidos” por Dios, destinados a difundir la “pax americana”.
Por ejemplo, en su mensaje sobre el Estado de la Unión del 2003, el presidente Bush declaró: “Existe un poder, un poder milagroso, en la bondad, en el idealismo y en la fe del pueblo americano”. La frase fue extraída de un himno evangélico que dice: “Existe un poder, un poder milagroso en la sangre del Cordero”. En el discurso del presidente, el “sangre del Cordero”, referido a Jesucristo, fue sustituido por “la bondad, el idealismo y la fe del pueblo americano”. Los católicos, al igual que los hebreos, los afroamericanos, los hispánicos y también los grupos de inmigrantes como los musulmanes, todos aquellos que a menudo sufren la discriminación y a veces la persecución en los Estados Unidos, tienden a ser escépticos y a sospechar de las declaraciones de “religión civil”.
La artificiosa construcción mental de una “herencia judaico-cristiana” fue ideada para extender el dominio de la religión nacional, para involucrar a católicos y hebreos, así como la tradición protestante, numéricamente mayor. Sin embargo, estos grupos no pueden olvidar que el patriotismo americano, a menudo, esconde comportamientos que tienden a la xenofobia, al odio y al racismo. El Ku Klux Klan se reunía normalmente bajo una bandera americana desplegada. El movimiento pacifista católico, de Dorothy Day en adelante, ha intentado hacer una clara distinción entre el mensaje cristiano, que es universal y no vinculado a ninguna nacionalidad, y la “fe nacional” que, al igual que todas las formas de religión fundamentalistas, está sujeta a la manipulación para fines políticos y geopolíticos. Esto explica la disponibilidad de muchos miembros del movimiento a la hora de participar en actos de desobediencia civil y de resistencia pacífica ante la pública autoridad legalmente constituida.
La consistencia numérica del activismo católico por la paz nunca ha sido muy amplia, sin embargo cuando se incorporó en el más extenso movimiento de protesta no violenta, como es el caso de la Campaña por la igualdad racial y por la oposición a la guerra en Vietnam, consiguió influir en la política gubernamental o en la abolición de leyes injustas. Creado por aquellos sectores de la Iglesia católica que no ocupaban puestos de poder, el movimiento pacifista ha sostenido una crítica implícita de aquellas personas (obispos y políticos) que considera que han comprometido los verdaderos valores cristianos a favor de las ambiguas piedades de la religión civil. Los obispos y los políticos, que se han visto envueltos, han oscilado de una parte a otra. En los meses que precedieron la guerra en Iraq, los obispos declararon que la guerra propuesta no correspondía con las condiciones de guerra justas según la enseñanza católica. Y sin embargo, cuando empezó la guerra y se pidió a los americanos su apoyo, los obispos permanecieron en silencio. Se prevé que dicha ambigüedad, que caracterizó la respuesta de la Iglesia católica ante las autoridades civiles y la región nacional, continuará en un futuro.
Vatican Insider
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