Sunday, June 10, 2007

ADEMÁS UN COMPROMISO

1.- “Los apóstoles se acercaron a Jesús para decirle: Despide a la gente, que vayan a las aldeas a buscar alojamiento y comida. Él les contestó: Dadles vosotros de comer”. San Lucas, Cáp. 9. En épocas pasadas algunos pastores de la Iglesia fueron muy dados a la estadística. No faltó el párroco que presumiera por el número de comuniones repartidas en la Semana Santa. Pero valdría la pena averiguar los efectos de la Eucaristía en el pueblo de Dios. Y para ello no existen mecanismos.

Porque la Eucaristía no puede reducirse a una devoción, a un rito sagrado y nada más. A un placebo para los dolores cotidianos. A la recompensa que algunos se dan por creerse los mejores. Es además un compromiso. Recibimos el Cuerpo y la Sangre del Señor para comprometernos a compartir, no sólo la fe en Cristo, la seguridad de su presencia. También los dones que el Señor nos regala, nuestra preparación intelectual, los bienes materiales, las oportunidades, nuestro poder de consuelo y compañía.

2.- Algún ángel curioso que espiara en nuestros templos, las prolongadas filas de comulgantes, podría hilvanar una crónica bastante pintoresca: Este señor, esta dama, aquel niño que hace su segunda comunión, la ancianita que llevan de la mano, el taxista, la universitaria, la empleada doméstica... Cada uno de ellos guarda en su corazón un proyecto cristiano, más o menos velado, que a veces no alcanza un nivel suficiente de evangelio. Pero podríamos impulsarlo, si celebramos la eucaristía de manera consciente.

El relato de san Lucas sobre la multiplicación de los panes y los pescados no es muy extenso. Talvez el evangelista no quiso presentarlo a sus lectores sino como de paso, pues las comunidades venidas del paganismo tenían entonces otras preocupaciones. Sin embargo, se ciñe a lo principal: La necesidad de quienes tienen hambre. La voluntad de Cristo. La materia prima de unos pocos panes y unos pescados. La tarea de los apóstoles. Y el resultado final: “Comieron todos y se saciaron”.

3.- Se nos ocurre que a las fórmulas para administrar la Comunión, valdría añadir alguna más. Por ejemplo: “Dadles vosotros de comer”. La orden que el Maestro dio a sus apóstoles frente a la multitud que tenía hambre, luego de haber escuchado largo tiempo su enseñanza. Durante el siglo XVI, con motivo de la reforma protestante, se insistió en la Eucaristía como Presencia Real, como Sacramento del Altar, rodeándolo a todas horas de ostentosa pompa, al gusto de la época.

En nuestro mundo de hoy, más llano y democrático, sin dejar las demás connotaciones, la Eucaristía ha tomado un giro social, que nos motiva a todos los comulgantes a una tarea redentora hacia tantos que nos necesitan. Sería pues incompleta, por no decir hipócrita, la comunión de alguien que se acerca al Sacramento, sin mirar más allá de su propio horizonte.

4.- Podríamos entonces plagiar a San Basilio, un obispo del siglo IV: Hermano: Esos muebles que guardas en el desván, ya no son tuyos. Las ganancias que desbordan tus gastos pertenecen a los necesitados. Tantos lujos que te das a cada paso afrentan a los pobres. Esas joyas que ahora temes usar en público, las necesita con urgencia una obra social. ¿O será que las excesivas comodidades que disfrutas, ya te han afectado el corazón?

Por Gustavo Vélez, mxy

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