En su discurso a Rettori e Docenti delle Università Europee,
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 25 junio 2007 (ZENIT.org).- El destierro de Dios en la vida de los hombres y mujeres constituye el origen de la crisis de la modernidad, considera Benedicto XVI.
Paradójicamente, añade el Papa, desterrar a Dios no hace al hombre más consciente de su propia dignidad, ni le ayuda a abrirse a los demás.
A esta conclusión llegó este sábado al recibir en el Aula Pablo VI del Vaticano a los participantes en el encuentro de los rectores y profesores de las universidades de Europa sobre el tema «Un nuevo humanismo para Europa», organizado en el quincuagésimo aniversario de los Tratados de Roma.
El Papa invitó a los presentes ha hacer un «estudio profundo de la crisis de la modernidad». La crisis actual, aclaró, «no afecta tanto a la insistencia de la modernidad sobre el carácter central del hombre y de sus ansias, como a los problemas planteados por un “humanismo” que pretende edificar un “regnum hominis” [reino del hombre, ndr.] aislado de su necesario fundamento ontológico», afirmó.
«Una falsa dicotomía entre teísmo y un auténtico humanismo, llevada al extremo de crear un conflicto imposible de resolver entre derecho divino y libertad humana, ha llevado a una situación en la que la humanidad, a causa de todos sus progresos económicos y técnicos, se siente profundamente amenazada».
Citando a Juan Pablo II, su sucesor pidió preguntarse «si el hombre, como hombre, en el contexto de este progreso, llega a ser verdaderamente mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás».
«El antropocentrismo que caracteriza la modernidad no puede separarse nunca del reconocimiento de la verdad plena sobre el hombre, que incluye su vocación transcendente», aseguró.
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