Querían pillar a Jesús en algo que dijera. Con ese fin le enviaron algunos fariseos junto con partidarios de Herodes. Y dijeron a Jesús: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te inquietas por los que te escuchan, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. Dinos, ¿es contrario a la Ley pagar el impuesto al César? ¿Tenemos que pagarlo o no?» Pero Jesús vio su hipocresía y les dijo: «¿Por qué me ponen trampas? Tráiganme una moneda, que yo la vea». Le mostraron un denario, y Jesús les preguntó: «¿De quién es esta cara y lo que está escrito?» Ellos le respondieron: «Del César». Entonces Jesús les dijo: «Devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios». Jesús, pues, los dejó muy sorprendidos.
¡Qué me estás diciendo Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Jesús, enfrentado a un delicado dilema, entrega una notable respuesta. Si acepta los derechos del Estado y la reglamentación de la ley, acepta acatarlas; pero enseña que hay un aspecto en nuestras vidas que pertenece a Dios y no al César. Si ambas demandas entran en conflicto, el cristiano debe su lealtad a Dios.
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