En el Nuevo Testamento la palabra "santo" se aplica generalmente a los cristianos. Ser cristianos era extraordinario; ellos se destacaban claramente en su medio, y eran mirados como extraños, incluso hostiles. Para el cristiano, el Evangelio era una revelación; algo que nadie había visto, algo desconocido. La vida de Jesús nos ha hecho conscientes de cómo Dios se preocupa de nosotros; esa experiencia cambió totalmente nuestras vidas, "todas las cosas se volvieron nuevas".
En nuestro tiempo, ser cristiana/o es estar recuperando ese antiguo y distintivo carácter; ser alcanzada/o por la revelación de Dios es percibido cada vez más como algo extraordinario, como así es: como gracia, felicidad, responsabilidad, algo grandioso y a la vez, peligroso.
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