1. - Permitidme una anécdota de mi vida de estudiante. Estábamos estudiando el Tratado de la Trinidad y al acabar una de esas abstrusas clases un compañero mío me pidió que le dijese en palabras vulgares lo que el profesor nos había explicado. Y lo hice, en un dos por tres. Y cual sería mi horror al oírle exclamar: “oye lo he entendido perfectamente”. ¡Que barbaridad le habría dicho yo, que él entendió el Misterio de la Trinidad!
La Fiesta de la Trinidad es un grito, un anhelo de la Iglesia y de todos nosotros en busca del rostro verdadero de nuestro Padre Dios.
La historia de la humanidad es un largo proceso de esta búsqueda y lo hemos confundido con montes y ríos que hasta hoy se llamaba sagrados. Hemos querido verlo en el sol que trae la alegría de la luz y el calor de la tierra. Lo hemos plasmado en estatuas o lo hemos endosado al hombre. Recordemos que hasta el final de la Segunda Guerra Mundial hubo hombres dioses.
Y en todo este buscar al fin no hemos encontrado más que el rostro distorsionado de nuestro Padre Dios. Y es sólo Jesucristo que es igual que el Padre hasta ser uno con Él y que envía al Espíritu Santo que conoce y posee todo lo que el Padre y Él poseen para que nos vaya llevando a la plena verdad. Es sólo Jesucristo el que en la luminosa oscuridad de la fe nos da unos rasgos inequívocos del rostro del Buen Padre Dios. Ese Dios, que está sobre todo y sobre todos, no es un ser frío, lejano o solitario. Es amigo y entrañable por esencia. Es familiar y familia por esencia. Es uno sin soltería, múltiple sin división.
2. - El misterio no debe ni asustarnos ni avergonzarnos. El misterio nos rodea, nos envuelve y hasta lo llevamos dentro y siempre nos atrae.
—El misterio de la aparición del hombre en la tierra. Lo mismo hace medio millón de años que dos millones.
—El misterio del maravilloso organigrama que determina al niño y sus herencias.
—Ese subconsciente de cada uno en el que nos perdemos.
—Los poderes parapsicológicos que en algunos se manifiestan.
—Hasta la lluvia que somos incapaces de manejarla a capricho.
El misterio de Dios es esa otra orilla lejana a la nuestra que nos atrae y a la que somos llamados.
La orilla legendaria de las Islas Orientales que desde la bruma del misterio atrajo a navegantes.
3. - No nos avergoncemos del Misterio de Nuestro Dios, porque lo importante no es que nosotros sepamos cómo es Él, sino cómo piensa y siente Él de nosotros.
Dios Padre creó esta orilla en la que vivimos. Y la creó para nosotros, llena de paisajes, de gustos, de colores y de perfumes. El Hijo quiso tanto a los hombres que se vino a convivir con nosotros en esta orilla, a vivir en el corazón mismo de cada uno de nosotros, como un dulce huésped del alma.
Esto es lo que Dios siente hacia nosotros. Y eso nos muestra que Dios es un amor tan grande en aquella orilla en que vive que su calor y su luz se desbordan hacia ésta en que vivimos.
La Trinidad es un Misterio de Amor, no nos avergoncemos de no entender el Amor, cuando el Amor es infinito.
De Betania
No comments:
Post a Comment