Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: -« ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera. »
Palabra del Señor.
Queridos amigos de Ciudad Redonda:
También hoy encontramos cierta correspondencia entre los versículos del evangelio y el discurso del monte. En este último se dice que quien descuide uno de los preceptos más pequeños y enseñe a hacer lo mismo a los demás, será el más pequeño en el reino de los cielos (Mt 5,19); en la denuncia del pasaje de hoy contra los fariseos se trata justo de lo contrario: descuidan lo más grave de la ley y observan con escrupulosa fidelidad las normas menudas.
Es como si un paciente de cáncer se desentendiera de esta enfermedad y se preocupara de forma obsesiva por un leve rasguño, o por una callosidad; o como si el dueño de un edificio se inquietara por el desconchón de un tabique y no advirtiese que se cuartean los muros de carga. Deseamos y acaso buscamos la salud integral, así como el buen estado de toda la mansión; pero hay que dar a las cosas su debida proporción y la atención mayor se debe centrar en los problemas graves.
Los seres humanos, y quizá en mayor medida en el mundo de la religión, nos aplicamos con ardor a cuestiones secundarias o a discusiones baldías cuando lo que está en juego es la vida misma. Sucedía ya en tiempos de Jesús, como se apunta en el evangelio de hoy; sucedió en tiempos de Bizancio: mientras se disputaba sobre el sexo de los ángeles, o sobre el número de ángeles que podían colocarse sobre la punta de un alfiler, los bárbaros invadían la ciudad; se cuenta algo parecido sobre los debates de los ortodoxos rusos cuando los sorprendió la revolución de noviembre de 1917. Sea verdad o no, hay que estar sobre aviso para evitar ese riesgo.
Demos, pues, a las cosas sus debidas proporciones.
Vuestro amigo
Pablo Largo
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