Sunday, August 19, 2007

LA URGENCIA DEL REINO DE DIOS

1.- Este evangelio no debe valernos para dar carta de naturaleza, para legalizar, esas tradicionales peleas o rencores con las suegras… O las tan frecuentes diferencias entre hijos y padres… O entre cuñadas…
Como me decía una señora al preguntarla por los hijos:
--Los hijos bien. Lo malo es cuando entran los alemanes…
En fin, los “alemanes” eran las nueras o los yernos.
Que este evangelio no sirva para cristianar situaciones, que con sentido común y cariño se pueden superar. “Cada uno en su casa y Dios en la de todos” es un lema familiar muy en su punto entre los hogares de los padres y los hogares de los hijos. Mucho cariño, pero una cierta distancia.

2.- El evangelio de hoy viene a subrayar una vez más la urgencia del Reino de Dios, la dedicación que nos pide, la toma de postura cuando llegue el momento, que el fuego es siempre caliente y arde, no admite medias tintas.
El evangelista lo está escribiendo para una comunidad que lo necesitaba, porque abrazar el cristianismo, por parte de un de un miembro de una familia judía o pagana, podía suponer la expulsión de ella o aún la persecución sangrienta. ¿Hoy mismo, qué no supondría para un musulmán hacerse cristiano? Compañeros míos –jesuitas—se vieron aislados de la familia al recibir el bautismo.
Pero no hay que tomar el avión para sentirse “bicho raro”, si nos decidimos a ser simplemente honrados en no admitir “mordidas”, en pagar nuestros gastos personales no a cuenta de la empresa o del gobierno, en mostrarnos católicos en ambientes “agnósticos (no empleemos la palabra hostil que dicen que ahora no estamos en tiempos de persecución religiosa
Y qué más ridículo que un hombre o una mujer que quieran ser fieles a su matrimonio, cuando los que triunfan son los trotacatres. Y quien entiende a un chico o a una chica que quieran vivir alegres y bullangueros, pero sin revolcarse en el fango.

3.- Mucha decisión, mucho fuego, se necesita para enfrentarse con amigos, con compañeros de trabajo, con personas a las que se estima de verdad, pero que con un peligro para seguir a Cristo no por ser inmorales, sino amorales, que piensan que todo es permitido si, supuestamente, no se hace daño a nadie.
En estos casos, Jesús no ha venido a poner paz, sino división… ¡Que Él nos dé el valor, el fuego que a Él le llevó a la muerte en la cruz...!

José María Maruri, SJ

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